Fue políticamente activo, y partidario de la República Española durante la Segunda Guerra Mundial.
Efraín Huerta Romo, (registrado como Efrén cambió su nombre legalmente en su juventud), nació en Silao, Guanajuato, México, en 1914, durante la Revolución mexicana y los últimos meses de la dictadura militar del general Victoriano Huerta, la cual tuvo un fuerte impacto en su vida y en la de México durante el siglo XX.
Efraín, tenía un gran interés por el dibujo y quiso ingresar a la Academia de San Carlos, sin embargo, fue rechazado porque debía materias.
[4][2] Paz y Huerta forjaron una estrecha amistad durante sus juventudes, al compartir intereses sociales, políticos y literarios; no obstante en la edad adulta se separaron al divergir sus opiniones políticas.
[3] En 1933, Huerta entró a la Universidad Autónoma de México para estudiar leyes, en la cual sólo permaneció por dos años.
[2][7] En 1941, se casó con su primera esposa, Mireya Bravo Munguía, destacada feminista, a la cual conoció una década antes.
[2] Su hijo David, también se convirtió en un crítico y poeta, con un estilo muy diferente al de su padre.
[3] En 1973, Efraín Huerta fue diagnosticado con cáncer de laringe; removieron el órgano y así logró sobrevivir al cáncer, que lo dejó sin voz, haciendo necesario que tomara rehabilitación foniátrica con la Dra.
Su primer libro fue Absoluto amor, publicado en 1935, del cual sólo quedan pocas copias.
[4][7] En 1950 dio a conocer un pequeño volumen con seis poemas llamados La rosa primitiva, que fue virtualmente ignorado por los críticos de su tiempos.
[5] Su estilo tiene influencia de Juan Ramón Jiménez, la Generación del 27, los Contemporáneos y Pablo Neruda.
[4] Se convirtió en miembro del Taller Generación en México, junto con Octavio Paz, Rafael Solana, Salvador Toscano, entre otros; cuya característica más prominente era la repudia hacia el lirismo subjetivo y estético, que era cambiado por la idea de solidaridad universal.
[4] En su última fase de producción, Huerta desarrolló una nueva tendencia: los poemínimos, los cuales son pequeños versos juguetones, donde se exploran tópicos con humor, ironía, cinismo y sarcasmo inspirados en el habla popular.
[4] Existen cuatro temas fundamentales en la poesía de Efraín Huerta: amor, política, ciudad y asolamiento.
[13] Efraín Huerta —“El gran Cocodrilo” como lo llamaban sus amigos—, fue un escritor que sobresalió de su generación por su sana conciencia lírica, por su apasionado interés por la redención del hombre y por nuevas normas de vida y justicia.
[15] Entre los seguidores de Los Libros del alba destacan, a su manera: Jaime Reyes (su poema, “los derrotados”, en especial), Max Rojas y su libro El turno del aullante, algunos poemas del veracruzano Orlando Guillén, un conjunto de poemas de los poetas infrarealistas —Mario Santiago, Darío Galicia, el chileno Roberto Bolaño, entre otros—, y recientemente Carlos Bautista y Eduardo Garduño.
[18]De acuerdo con María del Carmen Millán, el grupo de la revista Taller opuso su actitud revolucionaria, interesada por los problemas sociales frente a la posición esteticista de los Contemporáneos cuyos integrantes (Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, etc.) quisieron poner en circulación a México con lo universal.
Luis Vicente, por su parte, se ocupó del poema intitulado “Verdaderamente”, uno de los más leídos y citados del autor, en un libro de ensayos colectivo que lleva por nombre Efraín Huerta.
[20] Por su parte, Carlos Montemayor considera que los poemas urbanos o de desastre de Efraín Huerta son políticamente superiores a sus poemas “especialmente” políticos, porque son reales, directos, sensoriales, con una intensa emoción del descubrimiento humano; los otros son abstractos, retóricos, alejados de la sangre; la vocación por la realidad, aun en Efraín Huerta, es más intensa y esencial que por las doctrinas.
Los responsables al principio fueron: Octavio Paz, Rafael Solana, Efraín Huerta y Alberto Quintero Álvarez.
Después, Taller incluyó cuentos, ensayos y críticas configurados en torno a la frase que aparece en el primer número: “La libertad es la única forma de fatalidad que el hombre soporta y resiste.
Gracias a esta eventualidad, los artista e intelectuales como Efraín Huerta, fueron expulsados del partido.
No obstante, Huerta continuó siendo fiel seguidor de Stalin y el comunismo durante toda su vida, aun sabiendo las atrocidades del régimen ruso.
[2] Sin embargo, en contraste con sus anteriores protestas ante los regímenes opresores, se mantuvo callado ante la Matanza de Tlatelolco en 1968.
En 1949 el Gobierno de Francia le otorgó las Palmas Académicas, gracias a su trabajo como escritor y periodista.
En 1978 fue jurado del Premio Casa de las Américas en La Habana, Cuba, donde se le hizo un homenaje.
A su muerte el Instituto Nacional de Bellas Artes y la UNAM le rindieron sendos homenajes.
Con frecuencia, los autores galardonados recibían la invitación para formar parte del jurado al año siguiente.