Eratóstenes en el siglo III a. C. propuso por primera vez un sistema con latitudes y longitudes para mostrar un mapa del mundo.
Una superficie estable para trabajar, un lugar cómodo para vivir mientras se lleva a cabo la tarea y la capacidad de repetir las medidas a lo largo del periodo de tiempo que se necesita, permiten una gran precisión.
Obviamente, todo lo que se pudiera descubrir para la solución del problema en el mar mejoraría la determinación de la longitud en tierra.
Para evitar problemas por no saber con exactitud la posición, los navegantes se basaron, siempre que era posible, en el aprovechamiento del conocimiento de la latitud.
En otras palabras, la Luna "se mueve" al oeste solo 11,5 grados por hora".
[6] Este sistema fue reemplazado más tarde por dos semiesferas separadas por un baño de aceite.
[9] En ese momento, había abandonado el uso de las ocultaciones, prefiriendo las aproximaciones exclusivamente.
Usar las aproximaciones de la Luna a estrellas brillantes era un método evidentemente más práctico.
Sin embargo, sus observaciones contribuyeron posteriormente al desarrollo del método de las distancias lunares.
Halley también esperaba que la observación cuidadosa de la declinación magnética se podría emplear para determinar la longitud.
Sin embargo, el campo magnético de la Tierra no se entendía bien en aquella época.
Halley y otros esperaban que el patrón de desviación, si era coherente, se podría utilizar para determinar la longitud.
Si la desviación medida coincidía con la registrada en un gráfico, se podría deducir la posición.
[11] Entusiasta de la técnica propuesta, el rey estaba en contacto directo con sus comisionados reales, entre los que figuraba Robert Hooke, quien a su vez consultó al astrónomo John Flamsteed.
Había mantenido correspondencia con Leonhard Euler, que aportó información y las ecuaciones necesarias para describir los movimientos de la luna.
Estas tablas fueron enviadas a la Junta de Longitud para su evaluación y consideración para recibir el premio ofrecido.
Ya se habían realizado intentos en tierra mediante relojes de péndulo con cierto éxito.
En particular, Christiaan Huygens había desarrollado relojes de péndulo que permitían determinar con precisión la longitud en tierra.
Su primer modelo, el H-1, no fue probado en las condiciones requeridas por la Junta de Longitud.
En cambio, realizó pruebas con el Almirantazgo en un viaje de ida y vuelta a Lisboa.
Los primeros ensayos del método podían costar cuatro horas de esfuerzo.
Era posible comprar dos o más cronómetros relativamente baratos, pudiendo servir como control el uno del otro, en lugar de adquirir un simple y caro sextante de calidad suficiente para la navegación por el método lunar.
Sin embargo, expertos navegantes continuaron usándolo hasta una fecha tan tardía como 1905, aunque para la mayoría de ellos era un ejercicio, ya que fue un requisito académico para obtener ciertas licencias en la marina.
También continuó en uso en la exploración de territorios y en cartografía, donde los cronómetros en condiciones muy duras no siempre podían estar seguros.
La señal horaria se emitió por primera vez por telegrafía en 1904, siendo la Marina de los EE.
Dado que el evento sucede en un momento conocido, proporciona un medio exacto para determinar la longitud.
Desde mediados del siglo XIX, el telégrafo permitió sincronizar con gran precisión las observaciones de estrellas.