Ambas escuelas habrían de convertirse en parte de la literatura rabínica clásica, si bien el declive del racionalismo escolástico coincidió con eventos históricos que acercaron a los judíos a la perspectiva cabalística.
Para los judíos asquenazíes, la emancipación y el encuentro con el pensamiento secular a partir del siglo XVIII, alteraron la manera en que se veía la filosofía.
Las comunidades asquenazí y sefardí tuvieron posteriormente una interacción más ambivalente con la cultura secular en comparación con lo que pasó en Europa occidental.
Tales desarrollos podían verse bien como continuaciones o bien como rupturas con el canon de filosofía rabínica de la Edad Media, así como los demás aspectos dialécticos históricos del pensamiento judío, y dieron como resultado diversas actitudes judías contemporáneas hacia los métodos filosóficos.
[2] Filón intentó hacer de su filosofía el medio para defender y justificar las verdades religiosas judías.
El judaísmo rabínico tuvo una actividad filosófica limitada hasta que fue desafiado por el islam, el judaísmo caraíta y el cristianismo, en tanto que con el Tanaj, la Mishná y el Talmud, no había necesidad de un marco filosófico.
Académicos contemporáneos siguen debatiendo quién de estos pensadores era musulmán y quién judío, en tanto algunos «eruditos islámicos» eran «eruditos judíos» antes de su conversión forzada al islam, y algunos eruditos judíos se convirtieron voluntariamente al islam, como Abdulá ibn Salam, mientras que otros volvieron más tarde al judaísmo, y otros, nacidos y criados como judíos, eran ambiguos en sus creencias religiosas, tales como ibn al-Rawandi, aunque vivían según las costumbres de sus vecinos.
Rechazando el Talmud y la tradición rabínica, los caraítas se tomaron la libertad de reinterpretar el Tanaj.
La expansión del islam por Oriente Próximo y el norte de África convirtió en musulmán todo lo que antes era judío.
No es sólo un manual de lógica, sino también una introducción a la filosofía, tal y como se concebía en su época; denota una clara influencia de la obra del filósofo árabe Al-Farabi, del que Maimónides se considera discípulo y al que menciona con gran frecuencia.
En ella, intentará demostrar que no puede haber contradicciones entre la fe y la razón, pues, en definitiva, las dos tienen un mismo origen: la fe se fundamenta sobre las verdades reveladas por Dios, y la razón, sobre las que el conocimiento humano, potencia derivada de Dios, descubre por sí mismo.