Erik Satie

[1]​ Precursor del minimalismo y el impresionismo, es considerado una figura influyente en la historia de la música.

Denostado por la academia y admirado por otros compositores de su época, ingresó inesperadamente en el conservatorio a los cuarenta años.

La juventud de Erik Satie transcurrió entre Honfleur, en la baja Normandía y París.

Esto no duró mucho; en unas pocas semanas salió del ejército mediante un ardid.

Pronto se integró con la clientela artística del café-cabaret Le Chat Noir,[1]​ y comenzó a publicar sus Gymnopédies.

Aparentemente, esta fue la única relación con una mujer que Satie tuvo en toda su vida.

El mismo año conoció al joven Maurice Ravel, en cuyas primeras composiciones ejerció una notable influencia.

En esta época retomó el contacto con su hermano Conrad (de manera muy parecida a como lo hizo Vincent van Gogh con su hermano Theo) por numerosas razones, tanto prácticas como económicas, revelando con ello sus auténticos sentimientos.

Mientras tanto, Debussy obtenía uno de sus primeros grandes éxitos con Pelléas et Mélisande en 1902, que conduciría unos años después al debate de quién precedió a quién entre ambos compositores, en el que también se vio envuelto Maurice Ravel.

Satie completó cinco años en la Schola, como un buen alumno, y recibió un primer diploma de nivel intermedio en 1908.

Naturalmente esto hace que sus obras contrapuntísticas, y las otras también, sean muy breves.

Por ejemplo, las fugas «nuevas y modernas» no se extienden mucho más allá de la exposición del tema.

En ocasiones, ampliando el juego, publicaba pequeños anuncios en periódicos locales ofreciendo estos edificios (por ejemplo un «castillo de plomo») en venta o alquiler.

Rossini también escribió pequeñas piezas humorísticas para piano, como Mon prélude hygiénique du matin o Dried figs, y se las dedicaba a su perro el día de su cumpleaños.

Estas obras se habían interpretado en el exclusivo salón de Rossini en París unas décadas antes.

Sin embargo, con toda probabilidad, Satie no llegó a ver o escuchar estas piezas cuando componía sus propias obras en las primeras décadas del siglo XX; estas obras de Rossini no se habían publicado en aquella época.

Con Georges Auric, Louis Durey, Arthur Honegger y Germaine Tailleferre formó los «Nouveaux Jeunes», poco después de componer Parade.

Más tarde se unieron al grupo Francis Poulenc y Darius Milhaud.

Conoció a otros dadaistas, como Francis Picabia (que más tarde se pasaría al surrealismo),[5]​ André Derain, Marcel Duchamp, Man Ray, etc.

Usó escalas inusuales en la música occidental, lo que hizo posible que posteriormente se pudieran hacer usos no tonales de la tonalidad para escapar al desarrollo musical típicamente wagneriano.

[6]​ Ornella Volta afirma que Satie «Tal vez sea incluso el compositor que más ha meditado sobre los límites de la comunicación musical...»[6]​ Tuvo relación con grandes pintores como Valadon, Zuloaga, Picasso, Picabia, Juan Gris o Derain.

Todo incumplimiento de esta observación levantará mi justa indignación contra el petulante.

Erik Satie compuso siete “bailecitos” (“Danzas del mono”), piezas breves que servían a modo de intermedio entre escenas que, según el compositor, debía bailar un mono mecánico (Jonás), para el entretenimiento del Barón Medusa.

La peculiar obra teatral tiene momentos destacables, como la escena en la cual un criado reclama a su amo (Policarpo) igualdad, anticipando la lucha de clases.

Casa de Satie en Honfleur, Normandía.
Retrato de Erik Satie por Suzanne Valadon (1893).
Erik Satie: Autorretrato, 1913.
Tumba.