[2] En poesía y en el género epistolar, la dedicatoria con cierta frecuencia se convierte en título.
Y en el siglo XX fue admitida en algunos círculos intelectuales no académicos como género literario menor.
Así por ejemplo, Pierre Corneille más de una vez puso su pluma para explicitar alabanzas a las personas a quienes pensaba solicitar el patrocinio, y en algunos casos, exagerando hasta la Hipérbole.
Esa cuidada y exagerada dedicatoria, se piensa que le costó a su dedicatario (destinatario) tal vez algunos cientos o algunos miles de pistoles (nombre en francés dado a una moneda de oro española, y que también dio nombre a otras monedas de valor similar).
Y cuando el célebre tratante y filántropo de las artes, Pierre Du Puget de Montoron, hubo despilfarrado su inmensa fortuna,[23] el bello tiempo de las elogiosas dedicatoria pasó, o al menos eso aconteció si se cree en lo dicho por Paul Scarron : Por seguir citando casos extraños o exagerados en relación con las dedicatorias, también correspondería señalar a John Dryden, quien se distinguió por su extrema torpeza en la adulación.
En Francia, el don acordado por una abadía, a menudo era un medio fácil y económico de pagar los elogios.
Por ejemplo el doctor Edmund Castell hizo imprimir una Biblia, que especialmente dedicó a Oliver Cromwell (republicano).
En cuanto a la Geographia de Claudio Ptolomeo, que el florentino Francesco Berlinghieri puso en verso,[24] fue dedicado primero al duque Frédéric d’Urbin, y luego de su muerte en 1482, fue dedicado al príncipe Cem Sultan (quien por un tiempo fue custodiado por el papa Inocencio VIII).
[26] Ciertos escritores, con el fin de pasar desapercibidos, dirigieron sus dedicatorias a sus propias obras.
Y las Mémoires de Fédor Rostoptchine «escritas en diez minutos», estaban dedicadas a «ese perro público».
Por ejemplo, Pierre de Ronsard dedicó la obra Amours a «Las Musas», y el convencional Joseph Lequinio en cuatro páginas dedicó Voyage dans le Jura al «Trueno (Tonnèrre)».
Y el gran maestro argentino, que demostró especial devoción por esta suerte de género literario, en su último libro Los conjurados, concluye que la dedicatoria es un "misterio y una entrega de símbolos".