Con el tiempo, Jeanne ejerció otras profesiones; recibió una oferta para trabajar como ayudante de un joven peluquero llamado Lametz, con quien mantuvo una breve relación producto de la cual, supuestamente, nació una niña, si bien esto último es altamente improbable.
Posteriormente, Jeanne trabajó como dependienta en una mercería llamada À la Toilette, propiedad de Madame Labille y dirigida por su esposo.
Jeanne llevó una vida solitaria, incapaz de poder ser vista con el rey debido a que todavía no se había producido una presentación formal.
Jeanne fue descrita llevando un vestido blanco plateado brocado con oro, encargado por Richelieu específicamente para ella.
Del mismo modo, apareció ante la corte engalanada con joyas enviadas por el rey la noche anterior, portando además un gran tontillo.
Luis XV incluso le regaló un esclavo bantú, Zamor, a quien Jeanne solía vestir con elegantes prendas para presumir de él.
Pese a ser advertida por Richelieu de que su maniobra podía suponer un paso en falso, Jeanne solicitó al rey que les otorgase su perdón, negándose a levantarse tras haberse puesto de rodillas si el monarca no aceptaba su petición.
Jeanne escribió una carta al canciller de Francia, quien le otorgó el perdón.
[18] Su relación con María Antonieta, esposa del delfín de Francia (futuro rey Luis XVI), fue problemática.
Esta rivalidad se mantuvo por algún tiempo, especialmente desde que la delfina mostrase su apoyo a Choiseul como defensor de la alianza con Austria.
María Antonieta desafió el protocolo de la corte al negar la palabra a Jeanne no solo por su pasado, sino también por un hecho del que tuvo conocimiento gracias al conde de Provenza.
[19] Madame du Barry, furiosa por la actitud de la delfina hacia ella, se quejó ante el rey, quien a su vez mostró sus quejas al embajador austriaco en Francia, el conde de Mercy, quien intentó mediar entre las dos.
Con la alianza franco-austriaca en peligro, y por consejo de su madre, durante un baile celebrado en el Año Nuevo de 1772, María Antonieta se dirigió por primera y única vez a Madame du Barry, pronunciando las siguientes palabras: «Hay, hoy, mucha gente en Versalles».
El 4 de mayo de 1774, Luis XV sugirió que Jeanne debía abandonar Versalles tanto para evitar que pudiese contagiarse como para poder confesarse y serle administrados los últimos ritos.
[26] Inicialmente, du Barry no fue bien recibida por las monjas, quienes conocían su pasado como amante real, si bien pronto se acostumbraron a su timidez y se aproximaron a ella, sobre todo la abadesa Madame de la Roche-Fontenelle.
Tras un año en el convento, Jeanne obtuvo permiso para visitar los terrenos circundantes bajo la condición de regresar a la abadía al atardecer.
Con el tiempo, Seymour se aburrió de su relación con Jeanne y le envió una pintura con las palabras «dejadme solo» escritas en inglés en la parte inferior, siendo este cuadro copiado por Lemoyne en 1796.
Aquella misma noche, du Barry oyó el sonido de una muchedumbre ebria aproximándose a su castillo.
Tras asomarse a una ventana, alguien arrojó a través de la misma un bulto envuelto en un paño manchado de sangre el cual resultó ser la cabeza decapitada del duque, provocando que Jeanne se desmayase al verla.
En 1789 cuidó, indistintamente, a los heridos republicanos y monárquicos tras los primeros motines de la Revolución.
Su pasado, a los ojos de los republicanos, la hacía sospechosa, si bien Jeanne había mostrado públicamente su aprobación a los cambios políticos, aunque se desconoce si lo hizo con convicción o por temor ante el rumbo que estaban tomando los acontecimientos.
Du Barry, quien tenía conocimiento de este hecho, interrogó a Zamor sobre su relación con Grieve.
Zamor renunció de inmediato, procediendo poco después a denunciarla ante el Comité.