[1] El libro se convirtió en objeto de una intensa campaña en su contra por parte del editor del diario Sunday Express, quien escribió: “Preferiría darle a un chico o a una chica saludable una botella de ácido prúsico antes que publicar esta novela”.
Aunque, en teoría, su única escena de sexo consiste en las palabras: “y esa noche no estuvieron divididas”, una corte británica lo juzgó obsceno porque defendía “prácticas antinaturales entre mujeres”.
[11] Sus padres, quienes esperaban un hijo varón, deciden bautizarla con el nombre masculino que ya habían elegido.
Ya al nacer la describen como físicamente extraña: “una criatura de hombros anchos y caderas estrechas que parecía un renacuajo”.
[12] De niña odiaba los vestidos, quería llevar el cabello corto y deseaba ser un chico.
[14] A los 18 años, Stephen crea profundos lazos de amistad con un hombre canadiense, Martin Hallam, pero se horroriza cuando él le declara su amor.
Al principio son felices, pero Mary comienza a sentirse sola cuando Stephen retoma su afición de escribir.
Lowther, al igual que Stephen, provenía de una familia aristocrática, adoptaba un estilo masculino en su vestimenta, y fue una gran esgrimista.
[25] Años después aseguró que el personaje de Stephen estaba basado en ella, lo cual podría haber sido en parte cierto.
[27] Esta metáfora militar continúa más tarde en la novela, cuando los homosexuales en la posguerra parisina son repetidamente tratados como un “ejército desgraciado”.
La investigación de Ellis no pudo comprobar ninguna diferencia física, aunque se dedicó con gran empeño a buscarlas.
Ellis describió a dichas mujeres como objetos pasivos del deseo de las invertidas masculinas.
[53] Creía también en la comunicación con los muertos, habiendo deseado poder convertirse en una médium,[54] lo cual le trajo conflictos con la Iglesia, que condenaba el espiritualismo.
[56] Cuando descubre que Collins, el objeto de su amor en la infancia, padece de bursitis en la rodilla por tanto fregar, ora para que esa afección le sea transferida a ella: “Jesús, quiero lavar a Collins con mi sangre...
[75] Cape anunció que había interrumpido la publicación, pero secretamente negoció los derechos con Pegasus Press, un editor de lengua inglesa en Francia.
Él había leído la novela y la consideraba un buen libro, en absoluto obsceno, por lo que decidió no tomar parte en su supresión.
[81] Arnold Dawson del Daily Herald, un periódico laborista, denominó a Douglas “periodista sensacionalista”; dijo que nadie le daría ese libro a un niño, ningún niño querría leerlo, y cualquiera que lo hiciera no encontraría en él nada perjudicial.
[84] El romanticismo sentimental de El pozo, su estructura tradicional y su estilo ampuloso no casaban bien con la estética modernista; así, no todos los que estaban dispuestos a defender la obra en nombre de la libre expresión literaria estaban igualmente dispuestos a elogiar su calidad artística.
James Melville había telegrafiado a los testigos de la defensa la noche anterior para decirles que no fueran.
La imagen horrorizó a la escritora; la culpa que sintió al ser representada de esa manera en dicho dibujo, que entendió como blasfemo, la llevó a elegir un argumento religioso para su siguiente novela, The Master of the House.
[99] Cape vendió los derechos en los Estados Unidos a la recién formada casa editorial de Pascal Covici y Donald Friede.
Friede invitó a John Saxton Sumner, de la Sociedad Neoyorquina para la Supresión del Vicio, a que le comprara una copia en persona, para asegurarse de que él (y no cualquier librero) sería el único procesado.
[99] Ernst obtuvo declaraciones de distintos autores, incluyendo a Dreiser, Ernest Hemingway, H. L. Mencken, Upton Sinclair, Ellen Glasgow y John Dos Passos.
[102] La edición de Pegasus Press seguía estando disponible en Francia, y algunas copias consiguieron llegar al Reino Unido.
[104] En 1949, de cualquier modo, Falcon Press sacó al mercado una nueva edición que no tuvo problemas con la justicia.
[115] En 1921, Lord Birkenhead, el Lord Canciller del gobierno británico, había propuesto una ley que habría criminalizado el lesbianismo, alegando que “de cada mil mujeres… novecientas noventa y nueve ni siquiera han oído nunca un susurro acerca de estas prácticas”.
[124] Para algunas, la nueva visibilidad fue bienvenida: cuando Hall habló en un almuerzo formal en 1932, la audiencia estaba repleta de mujeres que imitaban su estilo.
[127] Para muchas jóvenes homosexuales en los años cincuenta, este era el único recurso de información acerca del lesbianismo.
[132] Una superviviente del holocausto dijo: “recordando este libro, quise vivir lo suficiente como para poder besar a otra mujer”.
Se le dio dicho nombre intentando aprovechar la notoriedad que había alcanzado El pozo,[143] aunque en realidad estaba basada en la novela Olivia,[144] escrita por Dorothy Bussy.