Diego López de Zúñiga y Velasco

Cuando dicho príncipe subió al trono en 1555, fue nombrado gobernador y capitán general de Galicia.

Atravesó el istmo de Panamá en mayo y tras superar unas fiebres tropicales, arribó al puerto de Paita, en la costa norte peruana, desde donde siguió el viaje a Lima por tierra.

El conde de Nieva se distinguió por sus hábitos cortesanos, su desidia para atender los negocios públicos y su codicia.

El marco social en que se desenvolvió la administración del conde de Nieva está signado por la incertidumbre y la polémica, que son elementos característicos de los años 1560 peruanos.

La denuncia fue amparada y se le otorgó derecho de propiedad.

Nieva adquirió fama por su tendencia a despilfarrar los caudales públicos, por lo que el Rey, en 1563, prohibió a los oficiales reales de Lima que pagaran los libramientos del virrey sin previa licencia real.

La muerte del virrey tuvo lugar en medio de extrañas circunstancias.

Sin embargo, pronto se supo que su muerte no había sido natural y circuló la versión de que lo habían encontrado agonizante, esa misma madrugada, en la calle de Trapitos, cercana al Palacio Virreinal (hoy cuadra 2 de la Avenida Abancay).

Los asesinos serían los criados del esposo burlado, quienes lo golpearon con pequeños sacos de arena hasta dejarle desvanecido.

Lo llevaron a su Palacio y estando todavía casi exánime lo acostaron en su lecho, donde terminó por fallecer.

[3]​ Muchas otras versiones surgieron en torno a esta extraña muerte.

Después, su hijo Juan de Velasco solicitó permiso al Cabildo para extraer el cuerpo y llevárselo a San Juan de Estrella en España.

Así se hizo, con el beneplácito del arzobispo Jerónimo de Loayza.

Sello postal peruano con la efigie de Diego López de Zúñiga y Velasco.
El Conde de Nieva y su rúbrica, según grabado de Evaristo San Cristóbal, 1891.