Así pues, el derrotado pero aun considerable ejército español decidió volver a la capital para reunirse con las fuerzas que allí permanecían.
Al mismo tiempo, las milicias de Coromoro combatían bravamente a los españoles en la región del Socorro, haciendo un sacrificio determinante para la independencia puesto que, aunque allí fueron derrotados, distrajeron importantes fuerzas españolas que hubieran podido cambiar el curso de otras batallas.
Escogieron la vía por el puente de Boyacá en el Camino Real, con dirección a la capital del virreinato.
El ejército independentista estaba conformado por 2.850 combatientes al mando del general Simón Bolívar.
Sus integrantes eran criollos, mestizos, mulatos, zambos, negros e indígenas, generalmente personas pobres, escasas de alimentos y mal vestidos, considerados por las autoridades realista como insurgentes.
Este pertenecía a la tercera división del Ejército Expedicionario creado en Nueva Granada.
Desde el alto de San Lázaro en Tunja, Bolívar y el estado mayor observaron los movimientos del ejército realista.
Así dice el coronel Antonio Obando en sus Apuntamientos para la historia: "El general Bolívar con nuestra retaguardia siguió el movimiento de Barreiro y se formó un frente al lado opuesto del río".
El general Santander aprovechó el desconcierto del enemigo para lanzar sobre el puente de Boyacá a los batallones Cazadores y Primero de Línea, comandados por los tenientes coroneles Joaquín París Ricaurte y Antonio Obando.
Los jefes españoles y la división realista casi al completo, unos 1.600 soldados de tropa americana, fueron hechos prisioneros.
Al amanecer del 9 de agosto Sámano abandonó la ciudad con su guardia de honor; los oidores, otros empleados públicos y muchos españoles se dieron a la fuga con precipitación; los comerciantes al huir dejaban abiertos sus almacenes.
Actualmente el Estado colombiano concede dicho reconocimiento a las personas nacionales o extranjeras que se destacan por su trabajo en bien de la patria.