Una tormenta eléctrica es un fenómeno meteorológico caracterizado por la presencia de rayos y sus efectos sonoros en la atmósfera terrestre denominados truenos.
Las tormentas eléctricas por lo general están acompañadas por vientos fuertes, lluvia copiosa y a veces nieve, granizo, o sin ninguna precipitación.
Cúmulus aislados se forman con gran desarrollo vertical (hasta 10.000 m o más), alimentados por las corrientes de aire ascendente.
El desencadenante de esta elevación puede ser la iluminación solar, donde el calentamiento del suelo produce corrientes térmicas, o donde dos vientos convergen forzando el aire hacia arriba, o donde los vientos soplan sobre terreno de elevación creciente.
El crecimiento vertical alcanza su máximo y las nubes se acoplan con la forma de un yunque.
Las bases son la parte frontal inferior y los relámpagos comienzan a aparecer en toda la extensión de las nubes.
Dentro de las nubes, la turbulencia es intensa e irregular, con un equilibrio entre las corrientes ascendentes y descendentes.
En esta etapa de la tormenta produce fuertes vientos, relámpagos y lluvias torrenciales.
Cuanto más fuerte sea el viento medio, menos probable será que otros procesos intervengan en el movimiento de la tormenta.
Aunque la tormenta a menudo aparece estacionaria en el radar, o incluso moviéndose contra el viento, esto es una ilusión.
La tormenta es en realidad una tormenta multicelular con células nuevas y más vigorosas que se forman en el lado de barlovento, sustituyendo a las células más antiguas que continúan desplazándose a sotavento.
Los TGF son breves estallidos que se producen en el interior de las tormentas eléctricas y están asociados a los relámpagos.
Las corrientes de positrones y electrones colisionan en la atmósfera para generar más rayos gamma.
Por lo tanto, la tormenta se encuentra aproximadamente a 1 km de distancia del observador por cada 3 segundos que pasan entre el relámpago y el trueno.