Si Córdoba venía al Ega, le disputaría el paso en Arquijas, infligiéndole allí grandes daños, dada la naturaleza de este lugar.
El jefe cristino, sin cosechar éxito alguno, se vería obligado, por falta de subsistencias y lo crudo de la estación, a replegarse, situando durante semanas sus tropas en las guarniciones isabelinas existentes en la línea Pamplona-Logroño.
[3] Allí, en sus hogares, darían una gran alegría a sus familias al ser vistos sanos y salvos, serían bien alimentados, descansarían y, tan pronto como los necesitase otra vez, en pocas horas estarían de nuevo en las Amescoas.
Informado Córdoba por sus exploradores que Zumalacárregui se encontraba en la planicie de Santa Cruz de Campezo, Orbiso y Zúñiga, supuso que el jefe carlista le esperaba allí para enfrentarse a él en una nueva batalla.
Aún hoy, el caminante que penetra en estos bosques apartándose de las sendas, encuentra muy dificultoso abrirse paso en ellos.
Un batallón carlista apostado en estas rocas habría conseguido bloquear el paso de Oráa al valle durante horas.
Las crestas son rocosas y las laderas, cubiertas con la frondosa vegetación antes descrita, caen con gran pendiente al valle.
[11] Entre los heridos se encontraba Alexis Sabatier y que, una vez puesto a salvo en Lana, consiguió que su asistente lo trasladase a Francia, donde se repuso de sus heridas mientras escribía su obra referenciada.
Durante todo el camino los bosques de robles, encinas y matorrales se acercan peligrosamente al camino, dando un gran trabajo a los cazadores isabelinos para explorarlos y limpiarlos de carlistas que pueden encontrarse emboscados, ralentizando por ello la marcha.
Gurrea quiere salir de la incertidumbre y penetra con su tropa en la llanura, consigue llegar a Zúñiga, donde se encuentra con Oráa.
Entrando desde Lana en Barabia, en las montañas que se levantan a la izquierda o sur, destaca en su cresta una gran roca de singular estructura y belleza.
Restos de viejas construcciones allí existentes confirman que este lugar ya tuvo en la antigüedad importancia estratégica.
Y por un malentendido, el batallón emplazado en la peña La Gallina abandona su posición y baja al valle para unirse al grueso de la tropa, lo que tiene como consecuencia que los carlistas que han sobrevivido a la carga cuando les arrebataron la posición y se encontraban refugiados en el bosque, vuelven a ocupar la peña, iniciando de nuevo desde allí arriba un mortífero fuego sobre las tropas enemigas situadas en el valle.
«Me hallaba con seis batallones sin municiones, metido en un hoyo, coronadas las alturas de enemigos, cuyos fuegos se cruzaban, y perdida la esperanza de un pronto socorro, a aquella hora a las seis de la noche...»[15] dice Oráa y piensa que quedarse en el valle, esperando la luz del día para saber donde se encuentra el enemigo y poder realizar una ofensiva sobre él, le parece que esto «...no era asequible por lo crudo de la estación, porque los enemigos se hallaban encima, y por ser humanos con los heridos»".
Pero el cónico cerro que se levanta entre las dos brechas está cuajado de carlistas.
Ambas laderas siguen siendo muy boscosas y cuando el suelo se empobrece, las rocas sustituyen al sotobosque.
Apostado en el puente, Córdova deja 2 batallones para que, si la batalla le es adversa, Zumalacárregui no pueda, viniendo de Zúñiga, traspasarlo y cortarle la retirada a Los Arcos.
[8] También Zaratiegui habla del paisaje: «El caudal de agua del Ega por aquel paraje, no ofrece, a la verdad, una gran ventaja para disputar el paso respecto a que por cualquiera parte puede esguazarse con facilidad; pero su curso por entre rocas y la aspereza de sus orillas presentan allí una defensa regular.
Es un conjunto de edificios compuesto por la ermita, la vivienda del ermitaño y los corrales en los que este encierra sus rebaños.
A este lugar hace subir Córdova su artillería, eligiéndolo como su puesto de mando.
El jefe isabelino hace bajar una y otra vez tropas a la explanada del Humilladero para que se formen en ella e inicien el asalto al puente, pero la pequeña dimensión de la planicie no permite grandes formaciones.
Sin embargo, sus hombres fueron destrozados tan pronto como llegaron a la orilla.»,[21] ya que el jefe carlista ha reforzado la defensa de su orilla con otros dos batallones.
La tropa de Oráa realizó un esfuerzo inaudito al conseguir salir del hoyo de Barabia al imponerse a fuerzas muy superiores, más descansadas y que ocupaban posiciones privilegiadas.
Zumalacárregui contuvo, empleando poca tropa y teniendo mínimas bajas, a Córdova en Arquijas pero no pudo aguantar el empuje de Oráa en Barabia.