Los navíos mercantes desempeñaban un papel esencial en el comercio en la Antigua Grecia, ya que la fuerte fragmentación del relieve de la Hélade alentaba a los comerciantes a desplazarse más por vía marítima que terrestre, especialmente en medias y largas distancias.
[1] Sin embargo, dada la documentación disponible, es difícil para los historiadores identificar una tipología satisfactoria de embarcaciones comerciales en la Antigua Grecia.
[7] Estas características les conferían una notable estabilidad incluso con mar gruesa y, a diferencia de los barcos de guerra largos, les permitían transportar grandes cargas a largas distancias y sin tener que varar, ya que no era necesario sacarlas del agua cada noche, como los trirremes atenienses por ejemplo.
[10] La vela se izaba en un único mástil,[nota 1] que a menudo consistía en varias piezas de madera sujetas mediante obenques.
Estos buques comerciales de veinte (eikosoroi) o treinta (triakontores) remos aún se podían utilizar en la Grecia clásica.
[12] Se puede suponer que la presencia de remos se suponía que ayudaría a Hiblesio a navegar contra la fuerza del viento y las corrientes hacia el Ponto, sin ser necesarios para el viaje de regreso en septiembre, cuando los vientos favorables serían suficientes para impeler un barco hasta Grecia.
Apoyándose en Heródoto,[13] algunos historiadores actuales, como Sarah C. Humphreys y Anthony Snodgrass, consideran que los fenicios usaron pentecónteras para el transporte de mercancías a larga distancia y que los samios del siglo VI a. C. utilizaron un tipo de pentecóntera adaptado específicamente para el transporte pesado.
Sin embargo, Heródoto solo dice que los fenicios realizaron largos viajes en estos barcos y no necesariamente sugieren un uso comercial.
[15] Más tarde aparecieron anclas cuya parte superior era completamente metálica, como es el caso del pecio de Mahdía en el siglo I a. C. Este último, como barcos a menudo más antiguos, estaba equipado con varias anclas para aumentar la seguridad.
Así, en el pasaje del Contra Lácrito mencionado anteriormente, Demóstenes habla de un barco que transportaba tres mil ánforas,[12] parangonable al pecio de Alónnisos, que albergaba en su interior entre tres y cuatro mil ánforas.