Su colección se basa en piezas halladas en el municipio, desde la Prehistoria hasta la Edad Media.[2] Los antecedentes del Museo Arqueológico de Yecla se remontan a 1958.Esta colección fue conformada, entre otras piezas, por las encontradas en las excavaciones arqueológicas realizadas por el escolapio Carlos Lasalde Nombela (1841-1906) en el santuario ibérico del Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete).Destacando entre la multitud de restos y fragmentos escultóricos el hallazgo de una figura oferente completa y bien conservada con un vaso entre las manos, Dama Oferente (Museo Arqueológico Nacional).Pies no se encuentra ninguno por llevar todas las estatuas traje talar.A partir de este mismo año la colección adquirió la titularidad municipal.[9] La dirección del Museo en la actualidad corre a cargo de Liborio Ruiz Molina.Este fue construido a finales del siglo XVIII y se conserva gran parte de su estructura.En 1888 fue adquirido por la familia Portillo, que se encargó de la remodelación de la parte noble del palacio, proyecto que corrió al cargo del arquitecto Justo Millán Espinosa.Podemos dividir este período en varias fases de acuerdo con el tipo de material con el que se realizan los instrumentos y por los diversos avances tecnológicos, división a la que responde la articulación del ámbito.La cronología de estos pueblos es incierta, siendo la más aceptada la secuencia cronológica situada entre los siglos VIII al III a. C. La sociedad íbera estaba fuertemente jerarquizada en varias castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantenerse.Estas tribus estaban lideradas por un jefe o regúlo, y tenían su lugar de asentamiento en poblados fortificados u oppida situados en montes más o menos elevados.La actividad ganadera se destinaba fundamentalmente al aporte cárnico y lácteo, y también como productor de materia prima -como es el caso de la lana (actividad textil)-.En esta época se acuñarían las primeras monedas, en torno al año 400 a. C., surgiendo así un nuevo sistema económico, que potenciará el comercio.Del Santuario no quedan prácticamente vestigios, siendo señalado su ubicación con la presencia de un obelisco conmemorativo construido en el año 1929 por Julián Zuazo y Palacios.Y el florecimiento del comercio de salazones, minerales, vino y aceite, que hicieron que las provincias hispanas fueran de las más prósperas del Imperio.Por lo general, contaba con una zona monumental o señorial donde habitaba el propietario y una zona de servicio destinada a la mano de obra adscrita a la explotación.La ocupación de estos emplazamientos se establece entre los siglos I a. C. hasta el siglo IV d. C. Entre las piezas conservadas en este ámbito cabe reseñar el busto del emperador romano Publio Elio Adriano, de la tipología rolleckenfrisur hallado en los Torrejones y cuya cronología estaría cercana a la década de los treinta del siglo II[14].Este ámbito esta dedicado tanto al mundo islámico como a la conquista cristiana.La debilidad de la monarquía visigoda que se había instaurado en la Península ibérica, favoreció la expansión y la conquista musulmana.A partir del 711, tras la batalla de Guadalete, en la que el ejército visigodo fue derrotado, comenzó la expansión musulmana, que en apenas tres años llevó a cabo la conquista de casi toda la Península ibérica.Tras la unificación almohade a mediados del siglo XII, el Hisn Yakka experimentó un importante desarrollo demográfico y urbanístico: se amplían las defensas de la fortaleza, se produce una fuerte expansión urbana fundándose la madina o poblado y se ponen en funcionamiento las antiguas instalaciones agropecuarias de época romana, reconvirtiéndose éstas en dos alquerías: Los Torrejones-Baños y El Pulpillo, a las que habrá que añadir otra tercera de nueva planta, situada en la actual trama urbana, en concreto en el conocido barrio del Peñón, localizado en el extremo W de la actual ciudad de Yecla.La posterior represión produjo un fuerte movimiento migratorio y un intenso despoblamiento, dando como consecuencia un cambio en la economía.