Con esta maniobra Abú ul-Cásim se presentaba como heredero político y religioso del Califato cordobés, una vez que en la ciudad de Córdoba se abolió la monarquía fundada por los Omeyas y se instauró una república en el año 1031, logrando base legal para enfrentarse a las taifas bereberes y comenzar la política expansionista que caracterizará a la taifa sevillana.
Durante su reinado Al-Mu'tádid continuó la expansión territorial emprendida por su padre contra la taifa de Carmona.
Sin embargo, tras frenar y derrotar a las tropas cristianas en la batalla de Zalaca, los almorávides terminarán por conquistar los reinos taifas, anexionando el sevillano en 1091, tras lo cual Al-Mu’támid fue exiliado al Magreb donde fallecería.
El adalid Sīr ibn Abī Bakr, conquistador de Sevilla, gobernaría esta demarcación hasta 1114.
[11] Con su sucesor, Abu l-Hasan ‘Ali al-Sa‘id, la influencia almohade en la península se redujo a la nada y los almohades fueron incapaces de socorrer a los musulmanes de Al-Ándalus mientras Fernando III avanzaba por el valle del Guadalquivir.
[12] Posteriormente, Sevilla pasó a rendir obediencia al emir hafsí Abu Zakariyya Yahya I, que se encontraba en Túnez.
[13] En 1245 o 1246 Ibn al-Yadd expulsó al gobernador hafsí, Abú Fares, y quedó como principal de Sevilla, firmando una tregua con Fernando III.
[14] Finalmente, Sevilla sería conquistada por Fernando III en 1248, quedando así integrada en la Corona castellano-leonesa.