En Silves conoció al príncipe Al-Mutámid y comenzó una estrecha relación sentimental.
Pero su poder duró poco, pues comenzó a utilizarlo para fines suntuosos que le granjearon la desafección del pueblo murciano.
Pero finalmente, las intrigas políticas toledanas se volvieron en su contra y Abenamar tuvo que huir en mayo de 1082 a Madrid.
La casida evocaba el estilo de Ibn Zaydun, pero adoptaba un estilo más solemne y nostálgico, recordando los días felices de Silves: Al-Mutámid se inclinó inicialmente por el perdón, pero más adelante se indignó tras leer una carta interceptada que Abenamar había enviado desde su celda, y lo mató con sus propias manos.
[2] Ibn Ammar destacó sobre todo en el cultivo de la gacela o gazal homoerótico.