[2] Además, ha sido restaurado en diversas ocasiones, por lo que en la actualidad se encuentra en buen estado de conservación.
Pasaría definitivamente a manos castellanas en virtud del Tratado de Almizra.
Si hubo rastros del paso del primer marqués por el castillo, don Juan Pacheco, segundo marqués de Villena, se encargó de hacerlos desaparecer.
[3] No solo eso, sino que además las casas que fueron surgiendo a partir del siglo XIX alrededor del castillo utilizaron en muchas ocasiones materiales tomados de la fortaleza.
Durante los años 60 se restauraron las murallas que rodean el patio de armas, y en 1971 se reconstruyeron los dos cubos que flanquean la puerta de entrada al castillo.
Desde entonces, y hasta la actualidad, se han ido llevado a cabo obras de pequeña envergadura con cierta periodicidad.
Estos muros fueron construidos en época almohade y revestidos en el siglo XV por orden de don Juan Pacheco.
Gracias a las excavaciones de José María Soler se sabe que adosados a los muros de la plaza había diversas estructuras, entre ellas almacenes, habitaciones para los centinelas y caballerizas.
La segunda sala está cubierta por otra bóveda almohade de la misma fecha que la anterior.
La cuarta sala, a la que también se accede mediante una puerta propia, está cubierta por una bóveda de cañón de ladrillo, la única techumbre original que se conserva.
[6] A través de una escalera empinada cubierta con bovedillas apuntadas se llega a la parte superior de la torre, que está coronada por unas pequeñas torres voladas al estilo luso-castellano.
En las esquinas aparecen trompas que sirven para ochavar la planta y distribuir las nervaduras.
La disposición de los nervios se realiza paralelamente a los lados del recinto, de manera que aparecen tres longitudinalmente y cuatro transversalmente que son intersecados por dos pares paralelos a las diagonales.
Se restauraron por primera vez en 1958 y la última intervención tuvo lugar en 2000.