Su importancia arqueológica se debe a los grabados rupestres de estilo esquemático que conserva.
Sin embargo, de la fortaleza y monasterio sólo perviven los cimientos, ya que fueron destruidos durante la Primera Guerra Carlista en 1839.
El castillo era regido por comendadores y desde 1241 contenía un convento jacobeo sometido al prior de Uclés.
Dos años más tarde, cuando el general Cabrera ganó Calanda y Alcorisa, los isabelinos se refugiaron en Montalbán.
En mayo de 1839, Cabrera puso sitio a Montalbán, sin lograr su rendición.
Tras varios asaltos, los carlistas consiguieron entrar en la villa, que para entonces había sido reducida a escombros.
Una vez concluida la misma, algunos militares del ejército republicano no abandonaron la lucha y continuaron agrupándose en formaciones guerrillera para hostigar al enemigo.
La villa fue plaza amurallada, como lo atestiguan todavía las murallas existentes, con sus dos puertas y una torre con arco.
En un extremo de la calle Mayor se yergue la iglesia del Apóstol Santiago, templo gótico-mudéjar.
Posee amplia nave única, capillas laterales y ábside de siete lados.
Sin embargo, lo más destacado es la parte superior mudéjar de la iglesia que posee un andador, confiriendo a la construcción un marcado carácter militar.
La Orden construyó esta gran iglesia en la ladera del monte como complemento a un conjunto defensivo muy grande.
En el siglo XIX, los distintos conflictos bélicos dañaron el templo, lo que nuevamente sucedió en la Guerra Civil.
En 1956, el arquitecto Fernando Chueca Goitia llevó a cabo una importante restauración.
Este espacio museístico da a conocer la historia geológica del parque.
Se organiza interiormente en tres plantas, cubriéndose con un tejado a doble vertiente.
Otro portal, el de Santa Engracia, es el único arco que conserva las puertas.