Para fundir el mineral, en las minas se utilizaba el sistema de calcinaciones al aire libre denominadas comúnmente "teleras".
Estos humos si no eran extendidos por el viento, se acumulaban en el valle dando lugar a lo que llamaban "la manta".
Los días en lo que se formaba la manta, la gente permanecía encerradas en sus casas o huían a otros lugares y era imposible acudir a trabajar, convirtiéndose en un problema medioambiental, de salud y laboral.
Cuando Tornet llegó a Riotinto en 1883, es con esta situación inhumana con la que se encuentra.
Una vez cumplida su condena, regresó a Riotinto y, arropado por sus compañeros, reinicia clandestinamente sus actividades revolucionarias.
Mientras, el gobernador civil llegaba en tren y consiguió abrirse paso hacia el ayuntamiento escoltado por soldados del Regimiento de Pavía, desplazados a esta localidad con órdenes de poner fin a la manifestación.
Cuando llegaron a la plaza del consistorio, la tropa se apostó frente a los manifestantes y el gobernador se dirigió al encuentro de la corporación municipal para hacerles saber que anularía cualquier resolución que tomasen.
Miles de personas huyeron despavoridas, arrasando todo lo que se encontraba a su paso.
La Guardia Civil realizó rastreos para encontrar a los obreros que llegaron hasta sus propios hogares.
Este fue el primer movimiento ecologista del que se tienen constancia en el mundo, con un carácter claramente anarquista.
A partir del momento de la masacre, unos lo situaban en Carmaux, una zona minera del sur de Francia; otros conjeturan que falleció en el tiroteo y otros que, herido, permaneció escondido hasta poder reunirse con su mujer e hijos (a los que tenían vigilados) y huyó a paradero desconocido.
El acontecimiento tuvo mucha repercusión en la prensa, tanto local y regional como nacional.
El periódico tacha la actuación del ejército de “horrible crimen” o “bárbara carnicería”, achacan lo ocurrido a la autoridad civil y militar y dicen estar seguros de que los crímenes no tendrán consecuencias para los asesinos.
Raúl Eliseo Diez - Biznieto En 1910, el periodista y escritor Manuel Ciges Aparicio publicó Los Vencidos, donde explica el poso que dejó en las minas la huelga de 1888.
Esta obra fue traducida a numerosos idiomas y recibió varios premios.
Además, propuso que el 4 de febrero fuera declararado Día Mundial del Medioambiente.