[1] Se le concedió la ciudadanía suiza el mismo año de su muerte, a título póstumo.
Atrajo a grandes estrellas, incluidos Rudolf Nuréyev,[10] Maia Plisiétskaia, Paolo Bortoluzzi, Michaël Denard, Patrice Bart, Jorge Donn y Suzanne Farrell.
Maurice Béjart recorrería el mundo con ella e introduciría a un vasto público de neófitos en la danza moderna.
Después de Tania Bari, Suzanne Farrell, Louba Dobrievic, Anouchka Babkine, Angèle Albrecht y Shonach Mirk, Jorge Donn asumió el papel, que entonces bailaban tanto hombres como mujeres.
Este proyecto no fructificó; varios años más tarde, las opciones de danza se añadieron al programa escolar tradicional, dando lugar a las "humanidades coreográficas".
La obra volvió a representarse al año siguiente en Aviñón y tuvo un gran éxito.
La escuela formó a muchos bailarines y coreógrafos que participaron activamente en el desarrollo de la danza contemporánea en Europa.
En 1977, abrió la escuela Mudra-Afrique en Dakar, honrando la memoria de su bisabuela senegalesa Fatou Diagne, abuela del filósofo mestizo Gaston Berger, nacido en Saint-Louis-du-Sénégal[12].
Durante la década de 1970, Maurice Béjart se volcó en el repertorio coreográfico persa.
Influido por su experiencia iraní, se acercó al Islam chiita tras su encuentro con Ostad Elahi[13] y "se convirtió" a esta religión en 1973[3] (sin embargo declararía en 2006: Conversión es un verbo que no me convence[14].
Maurice Béjart reconoce que esta experiencia desempeñó un papel decisivo en su carrera, tanto artística como espiritual.
Como la Fundación Philip Morris le propuso trasladarse a Suiza, a Lausana, donde tenía su sede, Béjart disolvió el Ballet du XX y seis semanas después fundó una nueva compañía, el Béjart Ballet Lausanne][2].
En 1998 fue condenado por plagio, ya que su espectáculo "Le Presbytère" contenía una escena copiada de "La Chute d'Icare", del coreógrafo belga Frédéric Flamand.