La matanza comenzó el 24 de agosto en París y se extendió a las provincias.
La boda, prevista para el 18 de agosto de 1572, no fue aceptada ni por el papa Pío V ni por su sucesor Gregorio XIII, en funciones cuando tuvo lugar la matanza.
[6] La boda propició que acudieran a París, en apoyo del príncipe navarro, un gran número de nobles protestantes.
Las protestas del pueblo se evidenciaron y se acentuaron ante el derroche de gastos y lujos que este matrimonio comportaba, más los rencores en ambos bandos por las masacres anteriores.
[7] La Corte estuvo en tensión, Catalina de Médici no logró obtener el permiso del Papa para este matrimonio excepcional, y los prelados franceses no sabían qué actitud tomar.
Consciente del peligro protestante, el rey se entrevistó con Coligny asegurándole amparo.
[2] La noche del 23 de agosto, Catalina se entrevistó con el rey para discutir la peligrosa situación.
El almirante Coligny fue sacado por la fuerza de su lecho y arrojado a la calle por una ventana del palacio.
[15][16] En cuanto supo la noticia, organizó un solemne Te Deum en la basílica de San Pedro.
[19] Las heridas solo se curaron con el paso del tiempo, como pronto hasta principios del siglo XVII por las nuevas ordenanzas reales; pero los límites entre los países, tras las guerras paralelas, se convirtieron en auténticas fronteras fijas y permanentes, dadas las suspicacias generadas: la división de Europa se acentuó entre una Europa atlántica protestante separada por los intereses comerciales de cada estado y una Europa mediterránea católica que empieza a perder el protagonismo histórico que hasta entonces había tenido, es decir, la tesis principal de Fernand Braudel en su libro El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.