Se denomina Esteros del Iberá a un extenso humedal que abarca unos 12 000 km², en la provincia de Corrientes,[1] en el nordeste de Argentina, solo superado en extensión por el Pantanal (brasileño, boliviano y paraguayo).Los yaguaretés parecen haber sido extinguidos en esta zona durante la primera mitad del siglo XX, al igual que el tapir, el lobo gargantilla, el pecarí de collar y el oso hormiguero; este último reintroducido recientemente.Se especula con que la presencia de esta pared desviaba antiguamente el curso del río, llevándolo en dirección sudeste por los bajíos que hoy componen el sistema del Iberá y dando origen a la morfología actual de la zona.También la erosión eólica habría ayudado a deprimir las lomadas y cuchillas que surcan los esteros.El estrato superficial actual está conformado por arenas de origen fluvial, acumuladas entre el Plioceno Superior y el Pleistoceno Inferior.[5] La escasa pendiente y la densidad botánica en los cuerpos de agua hacen que el drenaje del sistema sea marcadamente lento; el agua fluye poco a poco hacia el sudoeste, hasta desaguar a través del río Corrientes y el Miriñay, hacia las cuencas del Paraná y el Uruguay respectivamente.[6] Las lluvias frecuentes, sobre todo durante la primavera y el otoño, reponen el nivel de los esteros, que no ha mostrado tendencias a la modificación en los últimos años; se mantiene así estable, aunque con variaciones estacionales, el nivel hídrico.Pese a ubicarse en zonas subtropicales, el clima del Iberá es netamente tropical[cita requerida] debido a la elevada humedad atmosférica que retiene el calor solar en este medio ambiente.Aún hasta inicios del siglo XX, debido a que se escuchaban "gritos" provenientes de las zonas más internas y entonces inexploradas por los "blancos", se supuso que todavía tales nativos habitaban los esteros.Las reducciones jesuíticas ocuparon territorios colindantes con los esteros, pero el área de bañados y lagunas se consideraba inhabitable.Sin embargo, el gran esfuerzo realizado, sobre todo para combatir la caza furtiva y restaurar paulatinamente el estado de equilibrio del ecosistema, se vio seriamente afectado por la situación económica de la Argentina en las dos décadas transcurridas.Con todo, la recuperación ha sido notable y la conservación de numerosas especies se encuentra garantizada.La ortiga acuática (Cabomba caroliniana), el junco (Scirpus californicus) y las achiras o pehuajos (Thalia spp).El ñangapiri o pitanga, el lapacho, el laurel, el ombú, el sauce, el timbó , el urunday, el catiguá, y el alecrín son las especies más representativas de los montes o bosques higrofilos, junto con las palmeras caranday y pindó (las palmeras pindó producen frutos que son los principales alimentos para los monos carayá).El primero, excelente nadador, se extiende por toda la región, viviendo sobre los embalsados durante largas temporadas, por lo cual es difícil de avistar salvo desde embarcaciones.El oso hormiguero gigante o yurumí (Myrmecophaga tridactyla) existía naturalmente en la zona hasta 1965 pero fue exterminado por el ser humano, recientemente ha sido reintroducido.En 2016 se ha observado la reaparición del félido mediano llamado ocelote (Leopardus pardalis).[22] El guacamayo rojo (Ara chloropterus)[23] y el muitú (Crax fasciolata) han sido reintroducidos.En total, en la zona del Iberá se consideran (año 2015) que existen unas 800 especies de fauna macroscópica.Hay distintas opciones para acceder a esta maravilla de la naturaleza en Argentina, pero los más recomendable y que nunca defraudará al visitante es hacerlo por Colonia Carlos Pellegrini.Lo recomendable es elegir correctamente el hospedaje o alojamiento porque una vez bien instalado, son propiamente los establecimientos hoteleros los que solucionarán cuestiones tales como salir en un paseo embarcado por la laguna Iberá al encuentro de las plantas y los animales, y de las distintas formaciones que adquiere el relieve: embalsados, esteros, etc. Una salida de esta naturaleza se impone y suele ser recomendable contratar en los mismos alojamientos que suelen disponer de muelle propio, bote, canoa o kayak y guía.Para conocer el humedal, sus lagunas y ríos, son muy destacados sus excursiones embarcados desde los distintos portales.En invierno, aun cuando la flora no muestra todo su esplendor como en primavera, los insectos y el calor dejan lugar a una experiencia más hospitalaria.Este circuito, que puede iniciarse en cualquiera de sus extremos y otorgará al visitante una visión integral de Corrientes acercando al turista a 8 pueblos, 16 parajes y centros de interpretación desde donde iniciar las excursiones en lancha, canoa, a caballo o a pie por el área protegida más grande del país.
Vista de un reducido sector de los Esteros del Iberá en donde se puede observar la abundancia de vegetación asociada a un clima perhúmedo subtropical con características prácticamente tropicales.