Allí se alista en el Ejército estadounidense, asegurando una edad superior a los 14 años que realmente tenía.
Un amigo de su padre logró sacarlo del Ejército y le hizo regresar a Cuba, donde ingresó en la Academia Newton para cursar la enseñanza secundaria, y posteriormente solicitó matrícula en el Instituto de La Habana.
En este Centro de Altos Estudios, Julio Antonio Mella se destacó como líder estudiantil y deportista.
La revista comenzó a editarse en la imprenta de los tabaqueros, donde Julio Antonio conoció a Carlos Baliño, figura destacada de las luchas independentistas del siglo XIX, junto con José Martí, y el primero en difundir las ideas socialistas en Cuba.
En 1924 crea la Liga Anticlerical e ingresa en la Agrupación Comunista de La Habana desde donde despliega un trabajo muy activo entre el proletariado.
Posteriormente se exilia en México, donde constituye la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC).
Durante el arresto se incautaron numerosos documentos y entre ellos la lista de los miembros del Partido que había sido fundado dos semanas antes.
Entre los arrestados se encontraban Carlos Baliño, José Peña Vilaboa, Alfonso Bernal del Riesgo, Rafael Sáinz, Juan Grimberg, Miguel Valdés, Venancio Rodríguez y por supuesto Julio Antonio Mella.
Pero su ala radical creó el llamado «Comité Pro Libertad de Mella» que protagonizó protestas.
Esto se convertiría más adelante en la razón de su expulsión del Partido: indisciplina.
En realidad nunca se supo si la orden de suspender la huelga llegó hasta Mella, o si éste decidió ignorarla.
La orden no incluye a los demás presos, lo cual empañó de alguna manera la victoria contra el gobierno.
A petición del senador comunista Luis G. Monzón, el senado mexicano aprobó una resolución de protesta dirigida al gobierno cubano.
Se llegó, incluso, a solicitar al presidente mexicano, Plutarco Elías Calles, su intervención ante Machado.
Cuando Mella llega a México, el Partido Comunista Mexicano (PCM) afrontaba una profunda crisis interna.
La línea que dicta la Ciudad de México está destinada a influir en el subcontinente.
Stalin tiene en México un comité central lleno de líderes fieles, pero, junto a ellos, emergen figuras peligrosamente atraídas por el trotskismo.
En el verano de 1927, obtenido un visado por el embajador mexicano en Moscú, Ramón Denegri, Vidali emprendió el largo viaje hacia el otro lado del Atlántico, vía París y Cuba.
Sin embargo en un artículo publicado en Rebelión, Celia Hart, directora en La Habana del Museo Abel Santamaría, nos dice: «no dudaría que el Partido Comunista Cubano le haya explicado a Vidali o Contreras lo inoportuno que era este joven para los tenebrosos planes del partido».
[13] Mella no fue nunca un abierto partidario de Trotski,[14][15] pero su deseo de derribar a Gerardo Machado en Cuba es bloqueado por Moscú[8] continuamente: cada foco rebelde en América Latina representa un peligro para la consolidación del poder en la Unión Soviética.
Los partidos comunistas, en esta fase histórica, trabajan para impedir sublevaciones armadas en sus respectivas áreas de influencia.
Ante la prohibición absoluta de organizar una expedición a Cuba, suspende su colaboración con el partido y sigue con su proyecto.
El juez Alfredo Pino Cámara interroga a Tina Modotti y «la sorprende en varias contradicciones»:[19] Modotti declaró que quien disparó desde un automóvil en la oscuridad lo hizo mientras ella caminaba tomada del brazo izquierdo de Mella, algo imposible porque la primera bala lo hirió en ese brazo, y no pudo ser un acto sorpresivo porque Mella corría tratando de escapar.
En el careo con Tina Modotti, Herberiche declaró«No tengo ningún motivo para engañar a la justicia.
[20]Tina Modotti fue considerada como sospechosa, en el supuesto que conocía al asesino o era su cómplice.
La versión política se impone: unos fantasmagóricos agentes enviados desde La Habana, a quienes nadie vio y ningún testigo pudo ubicar en la escena del crimen, lo hicieron.
En 1941, pocos meses antes de su muerte, Tina Modotti dijo lo siguiente de Vittorio Vidali a Jesús Hernández, que había sido ministro del gobierno republicano español: «No es más que un asesino, y me arrastró a un crimen monstruoso.
La «congestión» sirvió a la prensa para anunciar en primera plana: «ENVENENADA TINA MODOTTI, TÍPICA ELIMINACIÓN ESTALINISTA».
[22] Es muy probable que el misterio del asesinato de Mella no se esclarezca nunca.