Juan Ferreras

Estos orígenes le hicieron estudiar discontinuamente en numerosas universidades y vivir en diferentes ciudades, así como no optar a los puestos que verdaderamente correspondían a su gran capacidad, para los que se exigía un estatuto de limpieza de sangre, al menos hasta que encontró la poderosa protección del marqués de Mondéjar y sobre todo del cardenal Portocarrero.

[4]​ Todo esto le suscitó no pocas animadversiones (entre los benedictinos; los jesuitas sin embargo lo defendían), pero lo que realmente le dio no pocos quebraderos de cabeza fue haber desacreditado la aparición de la Virgen María en el Pilar de Zaragoza; la polvareda levantada lo motivó, para acallar el escándalo, a incluir en la parte sexta de su Historia una “Justa satisfacción a queja injusta” en la que aclaraba que no rechazaba una piadosa tradición oral, sino que exponía que no era verdad dogmática ni históricamente demostrada; eso aún agitó más la tormenta y justificó un Decreto de 8 de marzo de 1720 que la Inquisición hizo sancionar al mismísimo Felipe V y obligaba a Ferreras a retirar del volumen la “Justa satisfacción...”.

[5]​ Esto provocó en el autor una fuerte "melancolía", que expresó en unos Latidos de la conciencia..., sin año.

Esta obra se tradujo al francés completa enriquecida con notas históricas y críticas bajo el título de Histoire Générale d'Espagne... (París: Gisset, G. Osmont, etc., 1742-1751, 10 vols.)

por Vaquette d' Hermilly y al alemán (Algemeine Historie von Spanien, Halle: Gebauer, 1754-1772, 13 vols.).

Fueron especialmente prolijos contra él los benedictinos, como fray Diego Mecolaeta o el abad benedictino del monasterio de Arlanza fray Diego Martínez de Cisneros, quien publicó un Anti-Ferreras.