José María del Castillo Rada

José María Del Castillo contrajo matrimonio en Santafé en 1801 con la dama bogotana Teresa Rivas Arce.La sentencia fue conmutada, según la mayoría de biógrafos, por el concurso decidido y constante de varias mujeres que pidieron al fiscal Carlos Tolrá que la vida del ilustre abogado no fuera cegada, teniendo en cuenta la brillante conducta del presidiario.[4]​ El fiscal, impresionado por los comentarios, visitó a Del Castillo en su celda para conocerlo y buscar la manera de salvarlo.Salió junto con Luis Eduardo de Azuola, José Sanz de Santamaría, Dionisio Gamba, Pantaleón Gutiérrez, Camilo Manrique, Sinforoso Mutis, Manuel Pardo, Estanislao Vergara y Florencio Ortiz, con grillos para ser embarcado a Cartagena.Sus funerales fueron muy suntuosos, organizados por sus discípulos, quienes le dieron sepultura en la capilla de la institución.En general, puede decirse que la política económica propuesta por José María del Castillo y Rada buscaba el aumento de los recursos estatales.Para del Castillo era fundamental promover la empresa porque ella era la fuente principal de los recursos.En esta misma exposición, los diezmos se presentan como un punto muy importante en la agenda política.Castillo y Rada favorece el recaudo de los diezmos pues estos favorecen a ambas partes, a “los ministros del culto”, como a “la nación”; tan solo que se necesitaba “igualar su dirección, recaudación, administración, y distribución, en los arzobispados y obispados de la república”.En ella arremete contra el diezmo como una contribución que impide los progresos del sector más fundamental de la economía, la agricultura.[11]​ Su biógrafo Abel Cruz Santos ignora esta diferencia y simplemente explica: Castillo y Rada “consideraba que esa obligación [el diezmo] era de carácter general y, por lo tanto, era injusto que su incidencia afectara a un determinado sector social, como el agrícola, entrabando el desarrollo de esa industria”.Los dos estancos tan impopulares en la colonia recibieron un tratamiento diferenciado en la Secretaría a cargo de Castillo y Rada.La correspondiente a la Primera República fue aquella donde el estado delimitaba las zonas de producción del cultivo para controlar su calidad; consistía en la compra a cultivadores independientes del producto agrícola para luego ser vendido con fines de aumentar el ingreso fiscal.Así, el estanco del tabaco era un monopolio productivo y beneficioso para la República, mientas que su contraparte, el estanco del aguardiente, era oneroso y no debía proseguirse con tal monopolio estatal.Para explicar esta aparente contradicción, el historiador Óscar Javier Barrera argumenta que Castillo y Rada preservó el estanco del tabaco y promovió la abolición total del estanco del aguardiente porque el primero “era la principal fuente de ingresos y no había manera de reemplazarla”.Esta tendencia no era nueva y su más lejano precedente eran las reformas fiscales borbónicas, pero para del Castillo los problemas se acentuaban cuando la administración se veía enfrentada a “ciertos hombres que acostumbrados á no hacer desembolsos en beneficio de la república querrían sacar todas las ventajas de la independencia, dejando todas las cargas sobre la clase que nunca pudo evitar las contribuciones, y sobre la cual pesaron cruelmente las [contribuciones] indirectas”.Las sugerencias hechas por Castillo y Rada fueron oídas por el Congreso; en la mayoría de los casos fueron aplicadas; otros no corrieron con mejor suerte.[24]​ Pero no sólo esto, sino más: En la “Esposición” de 1826, del Castillo menciona que la agricultura era el sector principal de la economía que promovía a su vez las “artes y el comercio”.[27]​ En cuanto a Castillo y Rada, Barrera parece estar de acuerdo con este planteamiento de, entre otros, el historiador José Antonio Ocampo: “es posible afirmar que hasta las reformas liberales de mitad del siglo XIX no se abandonó el diseño fiscal virreinal, permitiendo libertad a la producción, importación y exportación, y descentralizando la renta”.[28]​ El historiador Óscar Rodríguez, al contrario, localiza a Castillo y Rada inscrito dentro de una tradición fisiocrática, gracias a que hubo “una ruptura drástica con el pasado colonial”.[29]​ A su vez, Abel Cruz Santos argumenta que Castillo y Rada es “innovador en la teoría de la Hacienda Pública” porque “son los servicios y las obligaciones contractuales del Estado los factores determinantes de las erogaciones fiscales”.[33]​ Frank Safford, por ejemplo, asegura enfáticamente que “la política económica nacional empezó a adquirir importancia en la década de los 70”,[34]​ pues su énfasis es resaltar la acción estatal sobre el manejo del papel moneda, en efecto, la aparición de un control político sobre su emisión.No hay que desatender tampoco la transición de pensar la riqueza como limitada, una noción que muchos autores situarían bajo el mercantilismo, a pensar la riqueza como potencialmente ilimitada.
Placa en honor a José María del Castillo y Rada en la Universidad del Rosario