La vida del Buscón

Quevedo nunca reconoció haber escrito El Buscón, probablemente para esquivar problemas con la Inquisición,[cita requerida] y su silencio sobre esta obra, pese a estar la autoría fuera de toda duda, ha incrementado los problemas en la datación de su composición.

Frente a esta opinión generalizada, Américo Castro considera que debe ser una obra de madurez, y sitúa su redacción hacia 1620.

Quevedo ya demostraba su precoz ingenio, escribiendo en esta primera década del siglo XVII numerosas y variadas obras literarias, entre las que se encuentra El Buscón.

La versión más antigua se recoge en el manuscrito 303 bis (olim Artigas 101), conservado en la Biblioteca de Menéndez Pelayo (Santander, Cantabria).

[4]​ Aunque estrictamente hablando la auténtica edición princeps sería la impresa en 1626 en Zaragoza por el librero Roberto Duport.

[5]​ Hoy existe unanimidad en considerar a B el mejor testimonio conservado del texto tal y como lo concibió Quevedo por ser muy cuidadoso en su grafía y contener pocos errores; de hecho su calidad es tal que se ha pensado que estaba destinado a ser regalado a algún personaje importante.

[8]​ Según la segunda interpretación, que es la que concita más consenso, B sería la versión más reciente, revisada y retocada personalmente por Quevedo y podría datarse incluso tan tardíamente como poco antes de 1640.

Relata el camino desde Alcalá hasta Segovia, donde va encontrando personajes disparatados: un loco repúblico y de gobierno, esto es, un arbitrista que cree conocer los remedios para enderezar la marcha del país y quiere aconsejar al Rey para que, conquistando Ostende, seque el mar con esponjas.

Topa después con un clérigo viejo, autor de malos versos, que ha hecho un librillo a las once mil vírgenes, adonde a cada una he compuesto cincuenta octavas, cosa rica.

Luego se encuentran con un genovés rico, lo cual aprovecha Quevedo para burlarse de los banqueros genoveses que prestaban dinero a la Corona Española y luego se quedaban con la plata de América al exigir el pago del dinero.

Pretende casarse con una dama (doña Ana), pero es descubierto por su antiguo amo, don Diego Coronel y acaba apaleado.

No obstante, acaba teniendo un incidente con la ley y tiene que acogerse a sagrado.

No pretende Quevedo destacar que ciertas acciones son éticamente condenables y que traen como consecuencia el castigo sino, en primer lugar, reír y hacer reír con ellas.

La crítica coincide en que Quevedo trata, en esta novela, de la usurpación estamental:

La sátira se exagera en esta obra hasta el punto de ser una caricatura sangrienta.

Quevedo no describe lugares y personajes de forma realista, sino grotesca, hasta obtener una visión esperpéntica.

Todo es extremado: lleva la suciedad hasta lo más repugnante, la ironía al sarcasmo más brutal, el Dómine Cabra no es sólo pobre y miserable, es “archipobre y protomiseria”.

Demuestra un alto dominio del lenguaje, no solo por lo ilimitado de su vocabulario, sino también por su habilidad para jugar con él, forzando dobles significados, retorciéndolo.

En su obra abundan los chistes macabros, las groserías, los juegos de palabras y dobles sentidos.

En 1979 fue llevada al cine por Luciano Berriatúa, con Paco Algora en el papel protagonista, acompañado por Ana Belén, Juan Diego, Francisco Rabal, Kiti Manver, Antonio Iranzo, Laly Soldevila.

Ilustración para una edición de la novela, obra de Daniel Urrabieta Vierge y publicada en 1909 en la revista La Ilustración Artística .