Guillermina de los Países Bajos

Su infancia se caracterizó por una estrecha relación con sus progenitores, especialmente con su padre, que tenía 63 años en el momento de su nacimiento.

Cuando Guillermina tenía cuatro años, el príncipe Alejandro murió y ella se convirtió en la heredera real.

Los bóeres eran los descendientes de los primeros colonos neerlandeses que habían llegado a la zona y Guillermina sentía simpatía por ellos.

Incluso, durante una tiempo, se la consideró como la mujer más rica del mundo, un mito heredado por su hija y su nieta.

[2]​ Aunque permanecieron neutrales durante la Primera Guerra Mundial, las considerables inversiones alemanas en los Países Bajos y las importaciones neerlandesas estrecharon sus lazos comerciales con Alemania.

A pesar de esta limitación, la reina aprovechó cualquier oportunidad para inspeccionar las fuerzas armadas neerlandesas y expresar sus opiniones.

En muchas ocasiones, aparecía sin previo aviso, deseando contemplar la realidad militar, no un espectáculo preparado.

Quería a sus soldados y se mostró disconforme con los sucesivos gobiernos neerlandeses, que continuamente aprobaban recortes en los presupuestos militares para ahorrar gastos.

Hacia el final del conflicto, se extendió el descontento civil, provocado por la revolución bolchevique en Rusia en 1917.

Pronto quedó claro que la revolución socialista iniciada en Rusia no se extendería a los Países Bajos.

Durante este período y, sobre todo, durante la Gran Depresión, el poder personal de Guillermina alcanzó su auge, debido sobre todo a la elección de sucesivos gobiernos monárquicos, dirigidos por la destacada figura del primer ministro Hendrik Colijn, del Partido Antirrevolucionario.

Guillermina participó en muchos asuntos y problemas de Estado, bien directamente o expresando su opinión en privado.

Guillermina aceptó viajar al Reino Unido, desde donde esperaba regresar tan pronto como le fuera posible, pero sus planes se demoraron.

La reina insistió en hacer las compras en persona, paseando por las calles de Ottawa sin compañía y viajando en transportes civiles.

Por otra parte, en aquella situación, el Gobierno neerlandés carecía del poder parlamentario para respaldar sus decisiones y pocos recursos a los que acudir.

Como Winston Churchill hizo en Gran Bretaña, Guillermina envió mensajes al pueblo neerlandés desde el exilio a través de la emisora Radio Orange.

La reina desarrolló ideas durante su estancia en Inglaterra para renovar la vida social y política neerlandesa tras la liberación.

Sin embargo, en 1947, mientras el país seguía recuperándose de los daños sufridos durante la guerra, las revueltas en las colonias neerlandesas del Sudeste Asiático provocaron duras críticas contra la reina y la élite económica.

Tras su reinado, la influencia de la monarquía neerlandesa comenzó a declinar, aunque su popularidad se mantuvo.

Guillermina se retiró al palacio Het Loo, haciendo pocas apariciones públicas hasta que el país fue devastado por la inundación de 1953.

Guillermina en 1890
Moneda neerlandesa de 1912 con la efigie de la reina Guillermina
Fotografiada con su hija Juliana, hacia 1914
Sello de la reina Guillermina impreso durante el período de entreguerras
Fotografía oficial de la reina, 1942
Estatua de Guillermina en La Haya
El general Henri Koot en Ámsterdam junto a los miembros de la familia real, 22 de diciembre de 1956. De izquierda a derecha, la princesa Guillermina, la princesa Beatriz , el príncipe Bernardo , la reina Juliana y Henri Koot.