La inundación afectó a las costas de los Países Bajos, Bélgica y el Reino Unido.
Impulsada por un frente tormentoso se dirige sobre el mar del Norte hacia la costa holandesa, en ese momento en plena marea alta.
Los diques no están preparados para estas condiciones, y hacia las 3 de la madrugada se producen las primeras roturas.
Los refuerzos de los diques, efectuados en la parte externa (donde se esperaba que el mar pudiera causar mayores daños), no sirven: el agua fluye por encima de los diques, socavándolos por la parte interior, hasta que la fuerza del mar los rompe.
La fortuna quiso que los vientos más potentes soplasen tres horas antes de la marea viva, y no al mismo tiempo, en cuyo caso los daños habrían sido aún mayores.
Algunas personas aprovechan la oportunidad para huir a zonas más elevadas, o para subirse al tejado.
Se desarrollan algunas acciones de salvamento individuales con botes, llevando gente a zonas más seguras.
Los que sobreviven en el agua se agarran a cualquier objeto flotante, con la esperanza de ser rescatados o alcanzar alguna zona segura.
El agua del mar entraba a raudales en las extremadamente bajas tierras de Holanda Meridional.
El 3 de febrero hay ya 12 000 hombres trabajando para paliar los daños, y por la tarde se puede dar el desastre (no así sus efectos) por finalizado: la tormenta amaina y la cuenta de víctimas mortales se detiene.
Tanto del extranjero como desde los propios Países Bajos se reciben cantidades ingentes de bienes para ayudar a las víctimas, hasta el punto de que en pocos días los almacenes destinados a ellos se saturan.
En Bélgica se registraron menos daños: unas 4400 hectáreas resultaron inundadas, gran parte en el interior, en las cercanías de Amberes.
Los trabajos del Delta duraron más de cuarenta años, y se consideraron concluidos en 1997.