Al contrario que su padre –que dio permiso a su pueblo para colaborar con los franceses –Guillermo tenía una fuerte personalidad y trató de recuperar la República.
Napoleón Bonaparte, decidió cederle algunos pequeños principados alemanes, en compensación por sus territorios perdidos.
Desde su punto de vista, se daba por descontado que los demás países europeos aceptarían el liderazgo del príncipe Guillermo en el nuevo orden, y sería positivo para restaurar la unión entre los holandeses y los lazos internacionales.
Por lo que se refiere a la población neerlandesa, en general estaba satisfecha con la retirada de los franceses, que habían arruinado la economía del país, y el regreso del príncipe fue considerado con agrado.
De hecho, la nueva constitución ofrecía al príncipe Guillermo extensos poderes (casi absolutos).
La principal función de los Estados Generales era aprobar las leyes y decretos del rey.
En la constitución aparecían muchas de las instituciones políticas holandesas actuales, aunque sus funciones y composición han cambiado enormemente desde entonces.
En las provincias del sur la participación electoral para la constitución fue baja, pero Guillermo interpretó que la abstención era un voto afirmativo.
Oficialmente, en el Reino de los Países Bajos existía separación entre Iglesia y Estado.
Se requirió que todas las escuelas públicas del reino instruyeran a los estudiantes en la religión reformada y en el lenguaje neerlandés.
En agosto de 1830 y en Bruselas se estrenó la ópera La Muette de Portici, cuyas representaciones fueron la espoleta que hizo estallar el sentimiento nacionalista belga y la “holandofobia”, que se extendió por toda Bélgica.
Tuvieron lugar varios disturbios, principalmente dirigidos contra el impopular ministro de justicia del reino, que vivía en Bruselas.
Sin embargo, los disturbios no solo no cesaron, sino que se extendieron a otras ciudades belgas, que sintieron la necesidad de defender su identidad azuzadas por los políticos nacionalistas belgas.
El coste de la guerra se convirtió en una pesada carga para la economía neerlandesa, creando un fuerte malestar público.
Su hijo mayor accedió al trono como Guillermo II de los Países Bajos.
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