Caracterizados por una metodología diferenciada de Giotto y de la escuela florentina, más inspirada en los modelos y la técnica a la «maniera greca», los sieneses también lograron formular el tema del espacio pictórico.
La ciudad de Siena tuvo su máximo esplendor entre finales del siglo xiii y la primera mitad del siglo xiv cuando constituyó una potencia política y económica que rivalizaba con Florencia.
Siena fue siempre una ciudad gibelina, en contacto permanente tanto con las fuentes bizantinas del arte italiano, como con el estilo cortesano del otro lado de los Alpes, lo que modeló la sensibilidad para lo ornamental que caracteriza el arte de esta ciudad.
El baldaquino de seda y cintas que se mueven al viento, da la réplica a la asamblea humana que en forma de dos semicírculos rodea la Virgen, la cual ha abandonado también el hieratismo bizantino mostrando una actitud pensativa y dulce.
En este retablo, Martini va más allá del arte gótico y muestra cómo ha asimilado los descubrimientos de Giotto, cuando sobre el fondo dorado entre el ángel y la Virgen, existe el aire para moldear en esta ocasión el espacio arquitectónico.