De la obra se conoce una documentación que confirma la firma y la fecha puesta sobre una esquina, visible en el único fragmento antiguo inserto en el actual ensamblaje decimonónico.
Una obra de género, de extraordinaria finura lineal, no tiene modelos coetáneos en Italia, pero acaso sí surgen parecidos cuando se compara con los manuscritos miniados por la corte francesa o con las pinturas más fantasiosas producidas en Alemania o en Inglaterra.
Por encima hay cuatro tondos o medallones con profetas que son de izquierda a derecha: Jeremías, Ezequiel, Isaías y Daniel.
Su expresión, con la boca estrecha y los ojos sutiles, es de extraordinaria gracia aristocrática pero también un poco alterada.
El fondo es una deslumbrante extensión de oro, que da a la escena una apariencia abstracta pero también extraordinariamente espiritual.
La obra es una de las más célebres de los Uffizi, desde que se desveló el interés por los "primitivos" y el arte gótico, del cual Simone Martini fue maestro indiscutido y anticipador del gótico cortés.
Los hermanos Goncourt en la segunda mitad del siglo XIX quedaron fascinados por la pintura, pero vieron una sensualidad siniestra, en particular en el ángel, al que atribuyeron un "largo cuello de serpiente" y de una extraña "belleza perversa".