La Pintura del Duecento, en Italia, estaba dominada por la maniera greca, una forma o estilo de pintura mural o mosaico caracterizada por la composición plana y por su temática y estética bizantina.
A lo largo del siglo XIII, pintores italianos como Pietro Cavallini, Jacopo Torriti, Cimabue y otros, al incluir en sus pinturas, elementos con acentos paleocristianos, retomaron una tradición que nunca se había perdido del todo y que estaba muy presente en los frescos y mosaicos de la iglesia de San Clemente al Laterano (hacia 1080), o en los mosaicos del ábside de Santa Maria in Trastevere (hacia 1145), ambas iglesias en Roma.
Giotto di Bondone y los pintores de la escuela florentina, durante los primeros años del Trecento, al superar la maniera greca lograron un avance decisivo en el desarrollo de un nuevo lenguaje pictórico.
Dos siglos más tarde, Cennino Cennini escribió : “Giotto rimuto l’arte del dipingere di greco in latino, e ridusse al moderno”.
Una interpretación innovadora se extiende sobre los elementos del fondo, del paisaje y de las arquitecturas; en todos estos elementos se deja de lado la estilización, para tomar como modelo la simple y pasajera realidad.