Su padre bebía, maltrataba a su esposa, mantenía una relación con la criada; los hijos le tenían miedo.El padre, ya fuera por problemas económicos o por escaso apego a sus hijos, los distribuyó entre los tíos, quienes se hicieron cargo de ellos mal que bien.A causa de la gran cantidad de horas que trabajaba no tenía momentos para estudiar, pero en una ocasión entró en ella un molinero borracho llamado Niederhoffer y, según explica Schliemann en su autobiografía, el molinero, que también había sido pastor protestante: Heinrich trabajó en tiendas durante cinco años, pero tras un accidente decidió cambiar de ocupación.Poco después, con ayuda del cónsul general prusiano, empezó a trabajar en una oficina comercial.[5] Según explica en su autobiografía, se gastaba la mitad de su sueldo en clases de idiomas, y llegó a hablar con fluidez neerlandés, inglés, español, francés, portugués, ruso, italiano, griego y árabe.Además, a un nivel que él mismo juzga de aceptable, griego antiguo, turco, danés, sueco, esloveno, polaco, hindi, hebreo, persa, latín y chino.Leía en voz alta, y redactaba sus propios textos, que luego memorizaba, bajo la supervisión del profesor.Mientras, viajaba a las grandes capitales europeas y, cuando estaba en Londres, solía visitar el museo Británico, donde disfrutaba de las antigüedades egipcias.[7] En 1852 se casó con una aristócrata rusa, Ekaterina Petrovna Lishin (1826-1896), con la que tendría tres hijos: Sergei (1855–1941), Natalja (1859–1869) y Nadeschda (1861–1935).Durante esta época estuvo gravemente enfermo de tifus, pero se restableció y regresó a Europa.También estuvo en Micenas y, tras cruzar los Dardanelos, recorrió a caballo la llanura de Troya.Con Sophia tuvo otros dos hijos, a los que puso nombres de personajes homéricos: Andrómaca (1871–1962) y Agamenón (1878–1954).Para volver a tener la posibilidad de que las autoridades turcas le permitieran volver a excavar en el futuro, pagó una indemnización mayor y donó algunos hallazgos al museo de Constantinopla.En 1882-1884, junto con Wilhelm Dörpfeld -un joven arquitecto y arqueólogo alemán ya célebre por sus campañas en Olimpia-, regresó para excavar a mayor escala, inspirado en los datos que sobre esta ciudad habían escrito Homero y Pausanias.En sus últimos meses de vida padeció graves dolencias del oído que le llevaron a ser operado en 1890.Sus restos mortales fueron llevados a Atenas, como era su voluntad, y depositados en el suntuoso mausoleo que había construido para sí mismo en el llamado "Proto-Nekrotafio" o "Primer Cementerio" de la ciudad.[10] Tuvo que enfrentarse en vida a muchas críticas, como haber falsificado pruebas o destruido vestigios por sus métodos poco ortodoxos.La comunidad científica muchas veces negó sus descubrimientos, aunque finalmente le diera la razón en varios aspectos.
Eneas con Anquises y su hijo, de la obra de "Georg Ludwig Jerrer, Weltgeschichte für Kinder (Nürnberg 1828)", tras una obra de Johann Michael Voltz (1784-1858).
Fotografía de Sophia Schliemann luciendo algunas joyas del Tesoro de Príamo (1873)
El
tesoro de Príamo
La llamada
Máscara de Agamenón
descubierta por Schliemann en Micenas (1876).
Tumba de Schliemann en Atenas.
Portada de Antigüedad de Troya, publicado en
Leipzig
en 1874.