Terremoto de Lima de 1746

Según testimonios de la época, la catástrofe que se avecinaba fue perceptible en varias oportunidades, pues los marinos veintitrés días antes del terremoto notaron exhalaciones ígneas que parecían envolver al Callao.No todos pudieron hacerlo y aun aquellos que ganaron la calle fallecieron al derrumbarse los muros adyacentes.La confusión y el espanto cundieron por toda la ciudad e hizo que fuese mayor el desconcierto, aun cuando la oscuridad no era tanta por la iluminación de la luna.Prácticamente todas las iglesias, conventos, monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o menos iguales destrozos.En el Palacio virreinal, no quedó un lugar habitable y el Virrey hubo de acomodarse en una barraca de tablas y lona, pero no estaba en mejores condiciones el Santísimo Sacramento que del Sagrario fue conducido a una ramada que se improvisó en la Plaza Mayor.Estos trajeron la confirmación del desastre y, en breve, ya toda la ciudad lo sabía, pues hasta ella llegaron también unos cuantos sobrevivientes.El reporte oficial mencionó más de 10,000 muertos en Lima, Callao y villas adyacentes.En Lima las víctimas no debieron pasar de 2.000, habiendo diversidad en los datos al respecto, lo que se explica por no haberse dado a todos los cadáveres sepultura: muchos quedaron insepultos entre las ruinas y solo con el tiempo fueron paulatinamente descubriéndose.Así por el calor propio de la estación como por andar revueltos con las horruras del mar y no ser fácil enterrarlos en el terreno que ocupaban, por ser de cascajo o piedra zahorra e inundarse fácilmente, la fetidez era intolerable.Hubo que recurrir a la tropa y el Virrey destinó tres patrullas de soldados con sus correspondientes cabos para que de continuo rondasen toda la ciudad y apresasen a los malhechores.Por esta razón hubo de expedirse un decreto ordenando al Tribunal del Consulado velase por que no se cometiesen robos y recogiese cuanto se hallase a fin de restituirlo a los interesados.Gracias a las acertadas medidas adoptadas por el Virrey se logró abastecer a la población prontamente aunque no tan de inmediato que no se dejara sentir la escasez.Unos seis años después del suceso, el arzobispo Pedro Antonio Barroeta recordaba en Lima la muerte y destrucción que causara el terremoto.Se refirió del Callao como de un emporio del comercio que fue enteramente destruido y arruinado por las furiosas olas, quedando innumerables cadáveres insepultos y huesos que aún blanqueaban por esos días.[7]​ El Virrey Manso de Velasco desde un principio mostró gran presencia de ánimo y adoptó todas las medidas que pudieran contribuir a tajar el desorden y hacer menos grave la desgracia.
Plano de Lima que publicó Jorge Juan y Antonio de Ulloa en 1744, dos años antes del terremoto.
Retrato oficial del Conde de Superunda como Virrey del Perú .