Se inició en el dibujo con su padre, Darío Regoyos Molenillo, ingeniero y arquitecto, natural de Valladolid, aficionado a la pintura.
[4] En la capital belga tomó contacto con la ‘modernidad artística’ y se convierte en discípulo de Joseph Quinaux.
A este período le corresponde el retrato realizado por Theo van Rysselberghe, también miembro de L’Essor, donde aparece Regoyos tocando una guitarra.
Todo esto sería, finalmente, acogido por un catálogo, así como un simultáneo ciclo de conferencias y conciertos.
Entre los invitados a estas exposiciones figuran nombres inscritos en lo más alto del desarrollo impresionista, como Paul Gauguin, Camille Pissarro o Toulouse-Lautrec.
Ese mismo año, Darío de Regoyos decide volver a pasar los meses del estío en Guipúzcoa, que con los años acabaría por convertirse en su residencia permanente.
No obstante, en primer lugar sólo se publicaron las observaciones de Émile Verhaeren, en la revista L’Art Moderne, bajo el nombre Impresions d’artiste.
Es en este momento, cuando su anterior amistad con Camille Pissarro, le une al marchante Paul Durand-Ruel, que comercializará progresivamente su obra.
Su dibujo resulta un tanto primario, casi naif, en contraste con un colorido vivo de gusto internacional, que entonces era mayoritariamente denostado en España.
En la segunda se mantiene siempre crítico, con una visión desgarrada de la realidad y donde alcanza el expresionismo.
Esta etapa pictórica podría resumirse fácilmente en las palabras del propio pintor en la revista francesa Mercure de France en 1905.
Todos estos ejemplos se encuentran expuestos actualmente en las salas del Museo Carmen Thyssen Málaga.