En 1877 viajó a París, ciudad donde pudo admirar las obras de Delacroix, Gustave Moreau y los prerrafaelitas.
Como parte de la cultura finisecular europea, también se interesó por el ocultismo, colaborando activamente con el Primer Salón Rosacruz, organizado por el místico Joséphin Péladan en 1892, así como en posteriores ediciones del mismo.
En 1900 se hizo construir en Bruselas una vivienda siguiendo planes completamente propios, distribuida en espacios estéticos organizados con los mismos criterios que su obra.
Tras el conflicto el Simbolismo dejó de ser vanguardia definitivamente, y el artista es relegado a un relativo olvido.
A Khnopff se le ha acusado a menudo se ser demasiado difícil, puesto que en sus cuadros las alegorías y analogías que se desarrollan aluden a aspectos muy particulares del yo del artista, que mezcla y entrelaza las fuentes de sus símbolos en un mismo lienzo, consiguiendo así una obra laberíntica de casi imposible interpretación.