Danzas rituales onubenses

Como manifestaciones festivo-religiosas poseen un significado vinculado al carácter del ritual, percibiéndose como parte indisociable de los actos y el ceremonial que lo integran.

Son elementos que van más allá del valor estético o artístico, pues marcan significativamente las diferencias entre unas danzas y otras.

Las danzas en general van a ser conocidas por los objetos que instrumentalizan los danzantes o por alguno de sus referentes.

En las danzas interpretadas con espadas, lanzas y garrotes destaca el último de la fila conocido como «rabeaor», «rabero» o «rabeón», cuyos movimientos implican cierta distinción con respecto al resto (balancear, raspear en el suelo, chocar con el resto de las espadas, etc.).

Los antiguos mantoncillos solo se conservan en Sanlúcar de Guadiana y han sido sustituidos por un pañuelo en Villablanca.

Dentro del grupo, la nota diferente a este patrón viene marcada por la diferenciación del «cabeza», «capitán», «guía» o «guion» con respecto al resto de danzantes, generalmente plasmada en un color diferente en algunas de sus prendas ya sea el chaleco, el mantoncillo, la banda o la faja.

En otros se señala que fueron traídas con los nuevos repobladores cristianos, tras la expulsión de los musulmanes, a partir del siglo XIII.

En otras poblaciones se sugiere que fueron pastores trashumantes del norte de la península quienes las trajeron en sus desplazamientos por estas tierras.

Ámbito geográfico de las danzas rituales onubenses respecto a la provincia de Huelva .