Verdiales

En las actuaciones este conjunto se completa con la figura del alcalde -regidor que enarbolando una varilla (vara de mando) designa al cantaor y autoriza el comienzo y final de la pieza interpretada- y del abanderao, que marcha junto al alcalde al frente del grupo bailando una bandera española, andaluza o con la figura de la patrona de la comarca.

En el argot, al conjunto de tocaores (intérpretes músicos), cantaores (cantantes) y bailaoras (bailarinas) se lo denomina Panda de Verdiales, y a sus interpretaciones, compuestas por tres o cuatro coplas, luchas o revezos.

Según parece[2]​ llamar "verdiales" a esta tradición milenaria es una costumbre relativamente reciente que da cuenta de la zona donde alcanzó mayor notoriedad.

Los primeros grupos en asentarse en Creta probablemente llegaron desde Anatolia en torno al 7000 a. C., y es precisamente en esta zona —cuna de la cultura hitita— donde excavaciones arqueológicas han hallado ejemplares (datados en el 2003 a. C.) de unos instrumentos parecidos a los platillos y denominados albogues.

[4]​[5]​ Sobre el 2500 a. C. —según los especialistas ingleses Michael J. Walker y Robert Chapman— ya se cultivaba la viña y se recogían aceitunas silvestres en la región mediterránea peninsular, lo que de algún modo remite a la pretartesia civilización ibérica cuyos restos encontramos en el poblado de El Argar (Almería), y que extendía su ámbito de influencia a lo largo de la costa mediterránea desde las ahora tierras malagueñas hasta las costas murcianas.

[6]​ Según comenta el etnomusicólogo Miguel Ángel Berlanga, puede que las primeras reseñas históricas que hacen referencia a los bailes andaluces procedan del griego Estrabón, el cual escribió que un personaje egipcio del s. II a. C., Eudoxos, embarcó desde Cádiz hacia otras zonas del Atlántico, parece que de África, a muchachas músicas posiblemente para mercadear con sus dotes como cantantes, instrumentistas o bailarinas con crótalos en esas tierras.

A pesar de las sucesivas invasiones y colonizaciones culturales, parece establecido que en los enclaves malagueños pervivieron estas antiguas danzas conviviendo junto a otros muchos ritos campesinos ibéricos hasta la llegada del Imperio romano, cuando algunos patricios incluso lo exportaron a determinadas metrópolis del Imperio.

En un mosaico dedicado a Baco encontrado en Córdoba, aparece una mujer tocando una especie de pandero.

Este instrumento, extendido también por gran parte del Mediterráneo, ha sido muy popular en España en bailes y danzas hasta bien entrado el siglo XIX y en la actualidad, además de ser el elemento rítmico primordial en los Verdiales, se toca en algunos bailes folclórico-tradicionales en Andalucía (Alpujarras), Extremadura y Castilla.

Se puede considerar que este período abarca desde los años de los que datan las grabaciones audiovisuales de Verdiales más antiguas, en torno a mediados del siglo XX, hasta la actualidad.

La emigración campesina hacia la ciudad conformó barriadas verdialeras como Campanillas, Castañetas, Huertecilla Maña, Ciudad Jardín, Puerto de la Torre o San Alberto, al tiempo que se creaban peñas y asociaciones afines.

La Peña Juan Breva, dedicada al estudio del flamenco y los cantes malagueños, tuvo una destacada influencia en ello, así como el veterano fiestero Antonio Fernández Fernández, más conocido como ‘Povea’.

La tradición ha legado al presente tres estilos que se designan según la zona geográfica donde han alcanzado prevalencia.

Se distingue por las siguientes características: El Estilo Montes tiene sus límites geográficos, casi en su totalidad, dentro del término municipal de Málaga.

El violín, con los melismas árabes y las guitarras, laudes y bandurrias que se tocan punteados, son los instrumentos que le dan a este estilo su sello característico.

Los fiesteros comían, bebían y disfrutaban de la Fiesta, con esto se consideraban pagados.

Tradicionalmente los Verdiales no se han caracterizado por ninguna indumentaria típica -a excepción del gorro de flores, siendo así que los fiesteros solían lucir sus mejores vestimentas, es decir, aquellas propias de las fechas señaladas en los ambientes humildes campesinos.

Al popularizarse las actuaciones en festivales y encuentros las pandas comenzaron a uniformarse, siendo corriente la camisa o blusa blanca, el fajín rojo y el pantalón o falda oscura.

La distinción entre sexos también se ha ido superando, siendo ya usual que las bailaoras vistan pantalón.

Esta falda tenía uno de sus lados, concretamente el derecho, un poco más corto donde dejaba ver la enagua que llevaba debajo.

tengo el corazón herío, por todas partes me duele, no está muy lejos de aquí la que remediarlo puede.

El saludo se convertía en un pulso musical consistente en tocar ambas pandas al unísono, aumentando la velocidad del ritmo, hasta que una de ellas perdía el compás o quedaba por debajo de la otra.

Otra cosa era cuando, en su constante rolar por caminos y veredas, se encontraban durante el recorrido dos pandas de distintos términos.

Son sus protagonistas, las pandas, quienes deciden los marcos de celebración más idóneos.

En este medio rural, y en estrecha relación con la actividad verdialera, las ermitas, junto a sus plazas anexas, son marcos significativos, lugares con marcada relevancia para la colectividad malagueña verdialera y evocadores de la identidad ecológico-cultural.

Este desplazamiento hacia el medio urbano no ha supuesto la desvinculación con el entorno agreste, puesto que siempre se ha buscado una venta o un local apartado de las edificaciones.

Escena cómica con músicos ambulantes. Fresco de la Villa del Cicerón ( Pompeya ).
Panda joven
Integrantes panda de Almogía.
Bailando verdiales.
Bailando la bandera.
Traje de la panda de verdiales San Isidro de Periana.
Municipios de la zona delimitada como Bien de Interés Cultural, respecto a la provincia de Málaga.