Los yacimientos calcolíticos del sudeste peninsular se extienden por Almería, Granada, Murcia y Alicante, provincias que componen, actualmente, el área más seca de toda Europa.[9] En los ajuares funerarios aparecen ya artefactos de cobre fundido como hachas planas, cinceles o puñales triangulares, pero la mayor parte de los útiles encontrados estaban fabricados en piedra tallada (puntas de flecha bifaciales o alabardas) o pulida (hachas, azuelas e ídolos).También se utilizaban el hueso y el asta para realizar punzones, agujas o botones.Según Chapman, aunque las sepulturas son colectivas y, por tanto, representativas de un grupo familiar, entre ellas hay claras diferencias, que se aprecian en su mayor o menor complejidad arquitectónica y en la riqueza de los ajuares que contienen.[12] Posteriormente, Bosch Gimpera utilizó la teoría de los círculos culturales para explicar el despliegue cultural del sudeste, asociándolo a la interrelación y subsiguiente evolución local de unos supuestos grupos norteafricanos que habrían emigrado durante el Neolítico a dicha región; asimismo, consideraba íntimamente relacionados los complejos de Los Millares y Vila Nova.El problema es que en la península ibérica no se han encontrado materiales de importación oriental más antiguos que unas cerámicas micénicas halladas en Córdoba y datadas hacia el 1300 a. C.[11] o el 1500 a. C.[14] (las dataciones calibradas de Carbono 14 sitúan cronológicamente Los Millares entre 3100-2200 a. C.).Chapman y C. Mathers consideran que las necrópolis millarenses reflejan una incipiente jerarquización social y explican su origen en la necesidad de garantizar el suministro regular del agua para una agricultura progresivamente intensificada, servicio gestionado por unos dirigentes que actuaban como redistribuidores.[18] Mientras, la metalurgia jugaba un papel secundario, sirviendo para acumular y ostentar la riqueza conseguida gracias a la coacción.