La literatura clásica hoy en día se considera aquella escrita en griego antiguo o en latín y que forma parte del canon occidental.
No debe confundirse con los clásicos nacionales, aquellas obras consideradas modélicas para cada país, ni con aquellos libros que sobreviven al paso del tiempo o que se escribieron en el periodo del Neoclasicismo.
Con la literatura clásica nace el concepto de género literario y los primeros autores reconocidos.
La literatura asirio-babilónica continúa la tradición sumeria, pero contribuye al desarrollo de la filosofía, el derecho y la astronomía.
Aproximadamente al mismo tiempo, se crearon la literatura védica en la India y las inscripciones proféticas de la dinastía china Shang.
Alrededor del 500 a. C. hay grandes cambios en esas zonas, que habitualmente se consideraban de frontera con la época clásica.
[4] Una gran parte de la literatura hebrea es mayormente desconocida, mientras que en la Biblia a veces mencionado escritor.
De la misma época es Hesíodo, que también mezcla épica y mitología, pero con una presencia más clara del autor.
Ya en el periodo helenístico, Calímaco compuso himnos a los dioses donde los retrata como casi humanos, lejos de la solemnidad y la magia homéricas.
El comediógrafo de más éxito fue Aristófanes y en la segunda época (la llamada comedia nueva), Menandro.
El principal impulsor fue Esopo, cuyo modelo triunfó en Europa durante la Edad Media (con los exempla) y en las fábulas neoclásicas.
El orador más brillante fue Demóstenes, que con su pasión hizo carrera a pesar de sus dificultades iniciales.
Estos dos pensadores marcan dos polos opuestos, idealismo y realismo, que perdurarán en la tradición occidental.
El primero escribió un largo poema sobre la naturaleza donde recoge y explica las tesis de Epicuro que tuvo una gran influencia posterior.
Horacio, a su vez, cultivó los grandes géneros poéticos, como los epodos, la oda o la égloga, expandiendo los tópicos griegos de acuerdo con la sensibilidad romana.
Por el lado cómico los autores de más prestigio fueron Lucano y Juvenal, los cuales con su sátira reflejaban la realidad latina sin olvidar el canon culto antiguo.
En la prosa destacan las aportaciones de Séneca, Tácito y Suetonio, con un renovado interés por la historia romana.