El nombre egipcio original para el texto, transliterado rw nw prt m hrw,[2] es convencionalmente traducido por los egiptólogos como ‘libro de la salida al día’,[3][4] o ‘libro de la emergencia a la luz’.
El Libro de los muertos fue comúnmente escrito sobre rollos de papiro con jeroglíficos o escritura hierática, y a menudo ilustrado con viñetas que representan al difunto y su viaje al más allá.
[1] Estos textos estaban a disposición de particulares adinerados, con lo que así aumentó enormemente el número de personas que podían esperar tener otra vida en el más allá.
Durante la dinastía XIX en particular las viñetas se hicieron de gran riqueza, con preeminencia sobre el texto.
En la misma época muchos enterramientos usaban otros textos funerarios, como el Libro del Amduat.
Algunos están destinados a dar al fallecido conocimientos místicos en el más allá, o identificarlos a ellos con los dioses, caso del sortilegio 17, una oscura y larga descripción del dios Atum.
Los textos y las imágenes del Libro de los muertos eran tanto mágicos como religiosos.
[15] De hecho, para los antiguos egipcios hay poca diferencia entre las prácticas mágicas y religiosas.
Algunos son para amuletos mágicos que podían proteger a los muertos de cualquier daño.
[20] Otros sortilegios también se refieren a las creencias egipcias sobre el poder mágico y curativo de la saliva.
Durante la mayor parte de su historia el libro no tuvo orden o estructura definida.
[22] Fue solo desde el Período Saíta (la dinastía XXVI) en adelante cuando se dotó al libro de organización.
[24] La momificación preservaba y transformaba el cuerpo físico en un sah, una forma idealizada con aspectos divinos.
[33] Al fallecido se lo veía encontrándose con la Gran Enéada, un grupo de dioses, así como con sus propios parientes.
Aunque el Campo de Juncos se entendía como placentero y generoso, allí era necesario trabajar, razón por la cual en los enterramientos se incluían numerosas pequeñas estatuas llamadas ushebti que iban inscritas con sortilegios, también incluidos en el Libro de los muertos, y cuya función era hacer cualquier trabajo manual que el fallecido necesitara en la otra vida.
[36] Son representadas con formas grotescas, normalmente con cuerpos humanos y cabezas animales, o con la combinación de diferentes bestias.
[40] Entonces el corazón del difunto era pesado en una balanza contra la diosa Maat, que encarnaba la verdad y la justicia.
[42] Si el corazón no estaba en equilibrio con Maat, lo esperaba la temible bestia Ammyt, la Devoradora, lista para engullirlo y mandar la vida de la persona en el más allá a un cercano y poco placentero final.
[44] Las opiniones difieren entre los egiptólogos sobre hasta qué punto la confesión negativa representa una moral absoluta, con la pureza ética necesaria para el progreso en la otra vida.
John Taylor señala que los textos de los sortilegios 30B y 125 sugieren una aproximación pragmática a la moralidad.
Más tarde han sido hallados en las tumbas de escribas, sacerdotes y funcionarios.
Sus poseedores solían ser hombres, y generalmente las viñetas incluyen también el retrato de sus esposas.
En la etapa ptolemaica, en cambio, solo un tercio de los libros elaborados con escritura hierática tenían propietarias femeninas.
Las palabras peret em heru (‘salida al día’) aparecen algunas veces en el reverso de los papiros, tal vez actuando como un título.
[48] Normalmente los libros de los muertos eran prefabricados en los talleres funerarios y en ellos se dejaban espacios en blanco para añadir después el nombre del fallecido.
El estilo y naturaleza de las viñetas usadas para ilustrar los Libros difieren ampliamente, pues algunos contienen ricas ilustraciones en color que en determinados casos llegan a incluir pan de oro.
[52] Algunos libros contienen solo texto y espacios en blanco para unas ilustraciones que nunca se le llegaron a añadir.
[58] El trabajo de Ernest Wallis Budge, sucesor de Birch en el Museo Británico, sigue siendo muy consultado, pues incluye tanto la edición en jeroglífico como en inglés, aunque esta última se considera inexacta y desactualizada.
Sin embargo, gran parte del material original almacenado en los museos permanece inédito.