Charles Du Bos

Su madre, Mary Johnston, era inglesa y le transmitió a su hijo un conocimiento perfecto de su lengua materna, de tal modo que Du Bos acostumbraba después, en sus escritos, pasar de la lengua francesa a la inglesa con naturalidad y casi siempre, como apuntó un crítico, cuando debía expresar algo muy simple o muy sutil.

En 1899 leyó la obra de Henri Bergson Introducción a la metafísica, y quedó tan conmovido, que años después declaró que en realidad había nacido a los diecisiete años, con la lectura de ese libro.

Ella se transformará también, cuando al finalizar la Primera Guerra Mundial las finanzas de Du Bos se vean afectadas desastrosamente, en sostén moral y aun material de este, ya que a su indiferencia por los asuntos económicos se agregaba una intransigencia en cuanto a someter sus escritos a los gustos y necesidades mercantiles de los editores.

En 1922 halla un apoyo anímico en las Décadas de Pontigny, un coloquio de intelectuales que Paul Desjardins reunía cada año en la abadía cisterciense ubicada en esa localidad para discutir, durante diez días, cuestiones relacionadas con la literatura y la filosofía.

En la década que se extiende de 1920 a 1930 llevó adelante una intensa labor como docente, escritor, crítico y editor.

San Agustín, san Buenaventura, Teresa de Lisieux, se entremezclan en sus páginas con Keats, Marcel Proust, Rainer Maria Rilke, Henry James, Goethe, los músicos Ernest Chausson, Claude Debussy, Gabriel Fauré, pues a pesar de su condición de convertido no se decide a renunciar a ese trasfondo estético-espiritual que antes, como él mismo decía, había constituido su viático.

Se instala, con la salud muy deteriorada, en La Celle-Saint-Cloud, en una vivienda perteneciente a la familia de su esposa.

Curtius relata cómo se sorprendió cuando en Pontigny, luego del primer saludo con Du Bos, este le espetó sorpresivamente la pregunta acerca de si hacía mucho tiempo que no había estudiado o repasado a Plotino (“Avez-vous récemment pratiqué Plotin?”, fue el intempestivo interrogante).

Curtius no lo había hecho nunca, en realidad, pero Du Bos (o Charlie, como lo llamaban sus amigos) tenía el convencimiento de que una persona selecta siempre tiene cerca una edición de las Enéadas tanto como una del Hamlet o del Fausto; un indicio, según Curtius, “conmovedor y simpático de su ferviente entrega a las cosas del espíritu, que hoy tan rara se ha vuelto”.

Marcel, por su parte, discernía por encima de Du Bos “un firmamento filosófico cuya platónica, y sobre todo neoplatónica constelación, forma indiscutiblemente el centro que no cesó de imantar, siempre más interiormente y más irreductiblemente, su búsqueda”.

Algo semejante, en algunos aspectos, al método utilizado por Marcel Proust en su Búsqueda del Tiempo Perdido.

Y esta, según escribió Eduardo Mallea, “era eminentemente digresiva, cortada por grandes llamadas incidentales, extendida en innumerables paréntesis, intervenida por mil objeciones simultáneas, aparentemente profusa, dilatada, densísima; una manera que no da nunca la idea de algo definitivamente acabado, sino de lo que está en constante progreso o devenir”.

Una forma en la que se entrecruzan la introspección con los intereses espirituales y culturales más variados, de la filosofía a la música pasando por la literatura.

O un análisis psicológico personal: “Siete y media de la noche… La vida que llevo, si pone sin descanso en movimiento y en actividad lo que podría llamarse la epidermis del pensamiento —los pensamientos se levantan como perdices, y el sufrimiento peor consiste en no poder detenerse para cazarlas al vuelo, y sobre todo para disecarlas en el silencio del laboratorio—, en cambio mata hasta la posibilidad de una sensación”… 31 de agosto de 1920.

Según él mismo decía, estas leyes flexibles, antimetódicas, le daban la oportunidad de “convertirse” en cada uno de esos temas y después, desde ese interior, secretar la sustancia íntima que les había permitido asumir una identidad y una forma; revelar los procesos hasta ahí desconocidos que los habían revestido con esas identidades y esas formas determinadas.

Abadía de Pontigny, donde se desarrollaban las Décadas.
N.R.F., Número 1, febrero de 1909.
Giorgione. Venus dormida . La pintura favorita de Charles Du Bos.