Cronológicamente, se entiende como un periodo que va desde el inicio de las civilizaciones históricas en torno al IV milenio a. C. (en esta zona la aparición de la escritura, las ciudades y los templos es simultánea a la Edad del Bronce) hasta la expansión del Imperio aqueménida en el siglo VI a. C. El término es ampliamente utilizado por los especialistas en arqueología, historia antigua, arte antiguo y egiptología, y suele usarse acompañado de otros términos geográficos que dividen la región: Algunos académicos tiende a excluir a Egipto del área como una entidad diferenciada, pero las intensas relaciones políticas, económicas y culturales mantenidas con toda el área a partir del II milenio a. C., hacen esta segregación algo poco común.[2] Ha sido en la cultura europea donde ha habido memoria sobre la historia del antiguo Oriente, pero se ha transmitido en un modo mítico.[3] Tras la llegada de la crítica histórica y textual, se demostró la veracidad del Antiguo Testamento.[3] Muchos de los filólogos, historiadores, arqueólogos y eruditos estaban motivados por ser judíos, pastores protestantes o sacerdotes católicos.[4] A su vez, al antiguo Oriente le precedieron una época prehistórica y otra época protohistórica, que fueron tan esenciales como el continuum del desarrollo, pero se le debe dar importancia por sus procesos de formación de las sociedades, su estructura compleja, sus papeles míticos y su cultura.
Razas de la Antigüedad
. Ilustración de Ronald A. Mackenzie (1915).