La arquitectura etrusca influenció fuertemente a la romanas, ambos construyendo templos, foros, calles públicas y acueductos.
La riqueza y la densidad de población, entre otros elementos, obligaron a buscar soluciones arquitectónicas propias en las ciudades romanas.
Italia se vio muy pronto afectada por la nueva religión cristiana, convirtiéndose Roma en la sede del papa.
[7] Los bizantinos también dejaron sus huellas en Italia, construyendo diversos edificios, palacios e iglesias en su estilo característico, siguiendo los principios de la arquitectura romana, pero dándole un aire oriental.
Dio lugar a muchas obras maestras[8] y variantes locales muy diversas, tanto en estilo como en construcción.
El románico siciliano, con influencias normandas, también debe ser tomado en consideración así como el lombardo —más avanzado en sus estructuras arquitectónicas que el toscano, pero menos artístico— y el piamontés.
La construcción se terminó en 1092, pero no concluyó en su estado actual hasta el siglo XIV, aunque el estilo se mantuvo unitario y coherente pese a las diversos influencias artísticas que sufrió a lo largo de los siglos, siendo una conjunción única entre arte bizantino y occidental.
Las naves, tres por brazo, están divididas por columnatas que confluyen hacia los pilares que sostienen las cúpulas; no se hicieron como un bloque único de muro sino articulados a su vez con cuatro pilares y una cúpula más pequeña.
La innovación técnica y la audacia estructural francesas no fueron aceptadas, prefiriendo mantener la tradición constructiva consolidada en siglos anteriores, e incluso desde un punto de vista estético y formal, no emuló el énfasis vertical casi estático de las catedrales francesas.
Probablemente se debiera a cuestiones puramente prácticas: el clima italiano habría causado en los edificios cubiertos de vidrieras un efecto luminiscente (efecto invernadero), sobre todo en los meses estivales, que haría casi imposible permanecer en el interior de las iglesias.
En el siglo XIII las órdenes mendicantes de dominicos y franciscanos se adhirieron al estilo cisterciense.
Las iglesias mantuvieron grandes superficies de muros, en las que hicieron sobresalir las pinturas al fresco y menos espacio para las vidrieras.
También en esa ciudad comienza a construirse la catedral de Santa María del Fiore, que se finalizaría ya en el nuevo estilo renacentista.
La obra magna del gótico italiano es la catedral de Milán, iniciada en 1386 y cuya construcción se prolongó hasta el siglo XIX.
[13] La arquitectura barroca italiana se refiere a la arquitectura barroca practicada en la península itálica, en lo que hoy es Italia, en una época en que las ciudades-estado gradualmente habían ido perdiendo su independencia y estuvieron bajo la dominación extranjera, primero bajo España (1559-1713) y después Austria (1713-1796).
[14] De hecho, las características fundamentales de la arquitectura barroca, altamente decorativa y teatral, fueron las líneas curvas, con patrones sinuosos, como elipses, espirales o curvas con una construcción policéntrica, a veces con motivos que se entrelazan entre sí, para ser casi indescifrables.
La Toscana, por otro lado, permaneció vinculada a los gustos tardomanieristas (capilla de los Príncipes, con una planta octogonal, adornada con ricas incrustaciones creadas con piedras semipreciosas) y la producción más propiamente barroca puede datarse a principios del siglo XVIII.
Sus dimensiones son extraordinarias; se le considera el mayor edificio de la Europa del siglo XVIII.
Deudor de modelos franceses y españoles contemporáneos, el palacio está hábilmente relacionado con el paisaje.
Por este motivo, el neoclasicismo no se manifestó de igual manera en todo el territorio; además, la ausencia de una cultura unitaria y la gran pobreza que atenazaba a la península italiana en el siglo xviii no eran circunstancias propicias para una florida producción arquitectónica.[Mi.
1] A principios de ese mismo siglo se había manifestado una breve, pero extraordinaria, época tardobarroca: en Roma se realizaron monumentos como la Piazza di Spagna, la Fontana di Trevi y la Piazza Sant'Ignazio, mientras que en Piamonte trabajaron Filippo Juvarra (1678-1736) y Bernardo Antonio Vittone (1704-1770).
La actividad se trasladó posteriormente al reino de Nápoles, donde Ferdinando Fuga (1699-1782) y Luigi Vanvitelli habían sido llamados para ampliar, respectivamente, el Real Albergo dei Poveri y el Palacio Real de Caserta.[Mi.
1] En particular, el palacio real, pese a que su exterior muestra ya indicios de una cierta contención neoclásica, es considerado la última gran realización del barroco italiano.[23][Fu.
Hubo escaso interés de los estudiosos hacia la arquitectura neoclásica italiana, lo que durante mucho tiempo limitó su examen profundo y sereno.
[29] Estudios más recientes han puesto de relieve los rasgos distintivos, las peculiaridades y, en algunos aspectos, el carácter unitario de la producción italiana, en sus variantes regionales o incluso locales, en el contexto del policentrismo que todavía caracterizaba la península entre los siglos xviii y xix.[Fu.
Sin embargo, en la década de 1920 y los años siguientes se desarrolló un nuevo lenguaje arquitectónico: el Racionalismo.
Esta forma de arquitectura futurista fue introducida por Antonio Sant'Elia y luego por el Gruppo 7, formado en 1926, entre otros por Luigi Figini, Guido Frette, Sebastiano Larco, Gino Pollini, Carlo Enrico Rava, Giuseppe Terragni, Ubaldo Castagnola y Adalberto Libera.
Sus miembros más importantes en el campo de la arquitectura fueron Gio Ponti, Pietro Aschieri y Giovanni Muzio.
Entre las obras más destacables de Fuksas está el Grattacielo della Regione Piemonte y el Centro Congressi Italia Nuvola en EUR, en Roma.
Otras figuras destacables, activos en la arquitectura contemporánea en Italia son el suizo Mario Botta (Museo d'arte moderna e contemporanea di Trento e Rovereto, renovación de La Scala de Milán), Zaha Hadid (MAXXI en Roma, rascacielos "Lo Storto" en Milán), Richard Meier (Iglesia de Dios Padre Misericordioso y edificio cubriendo el Ara Pacis, ambos en Roma), Norman Foster (Estación de Belfiore en Florencia), Daniel Libeskind (rascacielos "Il Curvo" en Milán) y Arata Isozaki (Palasport Olimpico en Turín, junto con Pier Paolo Maggiora y Marco Brizio; rascacielos "Il Dritto" en Milán).