Albert Ellis

Fue fundador y presidente emérito del Albert Ellis Institute, en la ciudad de Nueva York.

En su autobiografía, Ellis retrató a su madre como una mujer ensimismada, con trastorno bipolar.

Exponía sus opiniones sobre muchos temas firmemente, pero raramente proveía bases objetivas para estos puntos de vista.

Ellis contaba que ella dormía cuando él se iba a la escuela, y no solía estar en casa cuando volvía.

Despertaba y vestía a sus hermanos pequeños, para lo cual compró un reloj con su propio dinero.

Ellis fue un niño enfermizo y sufrió numerosos problemas de salud en su juventud.

[5]​ También fue hospitalizado con amigdalitis, que derivó en una grave infección estreptocócica requiriendo cirugía de emergencia.

[6]​ Ellis tenía un temor exagerado a hablar en público y durante su adolescencia fue extremadamente tímido con las mujeres.

En 1947 fue galardonado con un doctorado en Psicología Clínica en Columbia, en ese momento Ellis llegó a creer que el psicoanálisis era la forma más profunda y eficaz de terapia.

Ellis completó su análisis y empezó a practicar psicoanálisis clásico bajo la dirección de su maestro.

Sus pacientes parecían mejorar más rápidamente que cuando utilizaba procedimientos psicoanalíticos pasivos.

[4]​ Las mayores influencias de Ellis fueron los psicólogos: Karen Horney, Alfred Adler, Erich Fromm y Harry Stack Sullivan.

Ellis reconoció a Alfred Korzybski,[8]​ y su libro «Ciencia y Cordura»,[9]​ así como a sus estudios sobre semántica general, como el comienzo de su camino para la creación de la terapia racional.

Él regularmente ofrecía seminarios en los que invitaba a un participante al escenario para tratarlo.

Su método adquirió fama por tomar a menudo un estilo directivo y confrontacional.

[7]​ En 1979 y durante las siguientes dos décadas Ellis enfoca parte de sus investigaciones hacia la Integridad Conductual a través de la psicología experimental aplicada: se enfocó en la Confiabilidad, Honestidad y Lealtad como conducta psicosocial, así como en el compromiso organizacional como norma cognitiva evaluando concretamente a través de imágenes desarrolladas en su Instituto.

Sobre todo al principio de su carrera, era bien conocido por su trabajo como sexólogo y por sus liberales, humanistas, y en ocasiones controvertidas, opiniones sobre la sexualidad humana;[12]​ temas que fueron sus intereses profesionales desde el comienzo de su carrera.

También colaboró con el conocido zoólogo e investigador sobre sexualidad Alfred Kinsey, juntos trabajaron en una serie de libros y artículos sobre temas de sexualidad humana y el amor.

En 1958 publicó su clásico libro: «Sexo sin culpa» que llegó a ser ampliamente conocido por sus actitudes sexuales liberales.

En 1976 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría revirtió su posición sobre la homosexualidad, al declarar que no es un trastorno mental y por ende no puede ser tratada; el mismo año, Ellis aclaró su opinión anterior en «Sexo y el hombre liberado», exponiendo que algunos comportamientos homosexuales están perturbados y pueden ser objeto de tratamiento; pero, en la mayoría de los casos, no se debe calificar a la homosexualidad como buena ni mala (exceptuando la perspectiva religiosa).

En su versión original del libro Sexo sin culpa, Ellis expresó que las restricciones religiosas sobre la sexualidad son a menudo innecesarias y perjudiciales para la salud emocional.

Al final concluyó que la religión no era en sí misma perjudicial, sino solamente en los casos de extremo fanatismo como cualquier otra idea irracional.

Se destaca que Ellis fue un defensor permanente de la paz y oponente del militarismo.

Desde 1960 su importancia fue creciendo constantemente, así como la de las terapias cognitivo-conductuales (TCC) que estaban ganando más terreno teórico y científico.

[22]​ Ellis tuvo tal impacto que, en 1982 una encuesta a psicólogos clínicos y consejeros estadounidenses y canadienses, le situó por delante de Freud cuando se les pidió nombrar a la figura que había ejercido mayor influencia en su campo.

Además Ellis también se desempeñó como consultor y editor asociado de muchas revistas científicas.

Esto lo hizo para subrayar la importancia de la interrelación entre la cognición, la emoción y el comportamiento en su enfoque terapéutico.

Finalmente regresó a su residencia en la planta superior del Instituto Albert Ellis, donde falleció en los brazos de su esposa.