Se basó en Quinto Claudio Cuadrigario, Valerio Antias, Antípatro, Polibio, Catón el Viejo y Posidonio.
Tito Livio se transformó pronto en un clásico; en la Edad de Plata cosechó los elogios de Lucio Anneo Séneca, Marco Fabio Quintiliano y Plinio el Joven; Silio Itálico lo usó como fuente para su Punica y en el siglo II Floro resumió la obra de Livio en dos volúmenes.
En lugar de abolir la república, adaptó ésta y sus instituciones al gobierno imperial.
Por otra parte, Thomas Becket copió un manuscrito de la tercera década durante su destierro en Francia (1164-1170) y se lo llevó a Canterbury.
Debió de ser durante este periodo, si no antes, cuando empezaron a perderse manuscritos sin reponer.
Dante Alighieri lo elogió en el canto XXVIII del Inferno («Livio che non erra») y a su elogio sucedieron los de Gian Francesco Poggio Bracciolini, Coluccio Salutati, Niccolò Niccoli y otros, que se lanzaron a buscar códices de su obra perdida.
[11] Petrarca y el papa Nicolás V emprendieron la búsqueda de los libros ahora desaparecidos.
Laurentius Valla publicó un texto enmendado iniciando el campo de la erudición sobre Livio.
A partir de Petrarca, su influjo se hace sentir en Maquiavelo (Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio), en el Voltaire historiador, en Montesquieu (Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence), en los revolucionarios franceses, en Walter Scott y en Thomas Babington (lord Macaulay), más en concreto en su obra Lays of Ancient Rome.
La Editorial Gredos ha realizado asimismo varias ediciones bilingües sueltas y por fin una completa en dos volúmenes de José Antonio Villar Vidal.
El entusiasmo de Tito Livio por la República es evidente y, sin embargo, la familia Julio-Claudia lo admiraba.