Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, en italiano original Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, son un trabajo de historia política y filosófica escrito al inicio del siglo XVI por el italiano Nicolás Maquiavelo.
No obstante, ambos libros incluyen observaciones empíricas, particularmente a partir del escenario político de la Italia renacentista, y algunas generalizaciones históricas.
El propio Maquiavelo no hace una nítida distinción entre los dos escritos, máxime cuando los escritos de Maquiavelo están impregnados de cierto inmanentismo histórico por el cual todas las edades son fundamentalmente semejantes y donde la maldad es la característica principal del hombre.
Maquiavelo busca describir con sus métodos las leyes del movimiento en los asuntos humanos, que él indica son inmutables como las del cielo, el Sol y los elementos.
En el primero, Maquiavelo describe la estructura interna de la república.
Los tres libros combinados proveen de orientación a quienes intentan establecer o reformar una república; sin embargo, Maquiavelo incluye una larga sección sobre conspiraciones y proporciona consejos tanto a las personas que buscan derribar una república como a los que intentan establecerla.
¿Dónde se resguardará más seguramente la libertad, en el pueblo o entre los grandes, y quiénes tienen mayores motivos para causar tumultos, o quiénes quieren conquistar y mantener?
De cómo conviene que sea un hombre solo el que dote a una república de un orden político nuevo o la reforme sin tener en cuenta su orden antiguo.
De cómo interpretaban los romanos los auspicios atendiendo a sus necesidades y observaban sus deberes religiosos por prudencia o por obligación; de cómo se castigaba a aquellos que no observaban la religión.
De cómo un pueblo corrupto que adquiere la libertad solo podrá conservarla muy difícilmente.
De cómo tras un príncipe excelente puede mantenerse en el poder uno débil, pero a un príncipe débil no puede suceder otro de igual condición y mantenerse en el trono.
De cómo no se debe poner en juego todo sin arriesgar todas las fuerzas con las que se cuenta; de ahí que suela ser perjudicial defender pasos y desfiladeros.
De cómo cuando un príncipe nuevo se hace con una ciudad o provincia debe renovarlo todo.
De cómo muy rara vez los hombres son totalmente malos o buenos del todo.
De cómo al ser las repúblicas débiles indecisas y no saber deliberar, cuando toman partido no se debe a una decisión libremente adoptada sino a la necesidad.
De cómo a veces distintos pueblos atraviesan por idénticas circunstancias.
De la creación del decenvirato en Roma y lo que tiene de significativo; donde se considera, entre otras muchas cosas, cómo se puede salvar o someter a una república en circunstancias similares."
También se atiende el problema de las religiones; además, se identifica en la virtud de los ciudadanos un gran factor de estabilidad y grandeza del Estado El autor prosigue poniendo el acento en el vínculo entre virtud y fortuna: destaca que los romanos debían sus conquistas no a la casualidad sino a las virtudes, que les llevaron a reformar los órdenes presentes en su Estado.
De las razones por las que los pueblos abandonan su patria para invadir tierras ajenas.
De si es mejor comenzar una guerra o esperar cuando se teme ser atacado.
De lo poco que se parecen los soldados actuales a los antiguos.
De cómo las conquistas arruinan en vez de enaltecer a aquellas repúblicas con un mal orden político que no actúan teniendo en cuenta la virtù romana.
De cómo los romanos evitaban las soluciones intermedias cuando tenían que juzgar a sus súbditos por alguna circunstancia.
De cómo en general las fortalezas son más perjudiciales que útiles.
De lo contraproducente que resulta atacar una ciudad desunida para ocuparla aprovechando esa desunión.
De cómo si se quiere que una facción o república perdure en el tiempo conviene devolverla a sus principios.
De lo prudente que resulta fingir locura durante algún tiempo.
De cómo un capitán no puede rehuir la batalla si el enemigo está empeñado en luchar a toda costa.
De cómo para ganar una batalla el ejército debe confiar en sí mismo y en su capitán.
De cómo debe ser un capitán para que su ejército pueda confiar en él.