Tesoro de Villena

[1]​ Además, destacan las piezas de hierro ya que son las más antiguas halladas en España y corresponden a una fase en la que el hierro se consideraba metal precioso y, por tanto, atesorable.

El original ha sido expuesto en Madrid, Alicante,[2]​ Tokio y Kioto, y existen dos copias de todo el conjunto que son usadas para exponerlo sin ponerlo en peligro, mientras que este se conserva permanentemente en una vitrina blindada del Museo Arqueológico de Villena.

Dicho capataz se limitó a colgarlo en un lugar visible donde el dueño pudiera encontrarlo.

Transcurridos varios días, llamó la atención de otro albañil, Francisco Contreras Utrera, que lo cogió y lo llevó a casa.

La indagaciones empezaron al poco tiempo, pero no se hallaron circunstancias aclaratorias del hallazgo.

En este caso lo llevó a la joyería la pareja formada por Encarnación Martínez Morales y su esposo Juan Calatayud Díaz, transportista de gravas, que aseguraban que la pieza había pertenecido a la abuela de Encarnación Martínez.

Tampoco se encontró nada y a las 5 de la tarde, ya dispuestos a regresar, Pedro Domenech, que se había desplazado un poco, descubrió con su azada dos brazaletes y el borde de una vasija.

Por tanto, se envió a los dos muchachos, Enrique y Pedro, al encuentro del taxi que estaría de camino para recoger al equipo, con una nota para el abogado Alfonso Arenas García en la que se pedía un fotógrafo con medios de iluminación.

El 27 de diciembre de 1963 el ferroviario Pedro Lorente García entregó por propia voluntad a José María Soler un tercer brazalete que se hallaba arrinconado en el desván de su casa, a la que había llegado 4 o 5 meses antes y que había sido identificado por su hija como semejante a los del Tesoro tras contemplarlo en la exposición.

Los frascos de oro y plata suponen un 6% del total, mientras que los 15 objetos restantes conforman tan solo un 4 % entre todos ellos.

Las combinaciones están recogidas en la tabla siguiente: Dado que el de los brazaletes es el grupo más numeroso, Soler lo dividió en varias categorías de acuerdo con su morfología: Los cuatro brazaletes lisos (piezas 2, 3, 4 y 5) presentan una cara interior plana o ligeramente cóncava y una superficie convexa, produciendo una sensación casi ojival.

Presentan los extremos remachados y una ligera dilatación hacia el exterior o la cara interna.

Solo hay un ejemplo (pieza 7), formado por dos aros simétricos de cinco molduras cada uno, unidos por una tira central bruñida.

Dado su parecido a los brazaletes moldurados con calado simple, se cree que está inacabado.

Otras molduras se han transformado en aros de puntas untilizando una boquilla o broca, aplicada a intervalos regulares.

La superficie interna está menos pulida que la exterior y deja ver los acanalados correspondientes a las molduros.

El conjunto de los cuencos está compuesto por 11 piezas, que conforman una vajilla sin parangón en la Edad del Bronce española.

En todos ellos la decoración es exclusivamente geométrica y está obtenida mediante puntos en relieve levantados con un punzón romo desde el interior.

De la moldura superior parten otras dos verticales, que se pierden a pocos milímetros del borde.

El otro botón (48/50) consiste en un disco de oro con reborde levantado y orificio central.

El extremo visible de este pasado se pulió en busca del efecto decorativo.

Está constituida por tres tiras paralelas surcadas por cinco líneas incisas y separadas por espacios vacíos rectangulares.

La pieza 65 es similar a las anteriores, pero casi dos tercios menor, con solo tres apéndices o remaches y sin la acusada curvatura de aquellas.

[12]​ Ibarra, por su parte, comenta de Elche que "en las entrañas de su tierra el metal más precioso, que desde los primeros tiempos ambicionó el hombre y el que había de despertar su codicia al explotarle en lejanas edades, como nos dan elocuente testimonio numerosos trabajos llevados a cabo en la Sierra del Molar, en época desconocida por lo remota".

[13]​ Por tanto, para Soler resulta cierto que el Cabezo Redondo durante la Edad del Bronce fue un "riquísimo foco cultural capaz de irradiar su influencia hasta regiones muy lejanas".

Todo ello propició que las piezas sufrieran una corrosión prolongada y tuvieran que recibir una primera intervención a cargo de José Serrano Martínez, en especial los dos frascos de plata más grandes (piezas 44 y 45).

Serrano reintegró las partes faltantes y reforzó las existentes proporcionando a las piezas una estabilidad suficiente ya en 1963.

[1]​ Desde el momento de su hallazgo ha habido diversos interrogantes en torno al tesoro que muchos investigadores, empezando por Soler, han intentado desvelar.

Además, la vasija en que se hizo el ocultamiento es claramente argárica en su forma, pasta, cocción, color y espatulado.

Los frascos los comparaba con las vasijas excisas del Cabezo Redondo así como con una jarra encontrada en el poblado argárico de San Antón (Orihuela).

Conjunto del Tesoro de Villena y el Tesorillo del Cabezo Redondo , tal y como se hallan expuestos en el Museo Arqueológico José María Soler .
Mapa arqueológico de término de Villena, donde aparece el lugar en que se halló el tesoro.
Imagen del tesoro tal como apareció en la vasija.
Conjunto completo de las piezas que integran el tesoro de Villena.
Brazalete número 28, uno de los más interesantes del conjunto.
Brazaletes lisos número 2, 3, 4 y 5.
Brazalete con calado doble y sin puntas número 23.
Brazalete número 29, una de las piezas más bellas del conjunto.
Cuencos de oro (piezas 37, 36 y 38).
Los dos frascos de oro y uno de los de plata (piezas 41, 43 y 42).
Fragmentos. Supuestamente restos de un cetro (objetos, de derecha a izquierda y de arriba abajo, 51, 48/50, 53, 61, 59, 60, 56/57, 55, 62, 63, 64, 65, 46/47, 58 y 52/54).
El gato Pumby , obra de José Sanchis , muestra el Tesoro de Villena en el Parc Ceràmic d'Història Valenciana de Manises ( Valencia ).
Baldosas de Villena con el motivo de uno de los frascos del Tesoro.