[3][4] No están relacionados con la esponja anticonceptiva, un dispositivo manufacturado de contracepción no destinado a recolectar flujo menstrual, aunque existen evidencias del uso temprano de esponjas naturales embebidas en sustancias espermicidas en la Antigüedad.Como consecuencia no existen proveedores autorizados por esta agencia para venderlas como tampones en el país.Las mismas se introducían en el canal vaginal para recibir el flujo menstrual directamente desde el cérvix.Su uso no se encontraba extendido en la población general que consideraba peligroso insertar un elemento dentro del cuerpo para retener sangre y fluidos, lo que se creía podía tener implicaciones graves en la salud de las mujeres.[11] Estas tenían un bajo costo, una gran capacidad de absorción y al ser reutilizables eran la opción más económica para las usuarias.Como alternativa algunas optaban por usar algodón, que a diferencia de las esponjas se descartaba después de cada uso, y era la opción deseable para aquellas que quisieran evitar tener contacto directo con su flujo menstrual y lavar su absorbente personal.[12] Las esponjas marinas también se utilizaron como pesarios para tratar prolapsos de los órganos pélvicos, con un antecedente en 1880.[13] En Estados Unidos entre 1854 hasta 1899 las esponjas se utilizaron en conjunto con recolectores catameniales, dispositivos externos para contener el sangrado que recorrían la entrepierna de la usuaria y presionaban un material absorbente, ya sea una esponja o algodón, sobre el exterior de los genitales.[16] Hasta 1920 existieron diseños en la misma línea que proponían colocarlas dentro de los sacos o en las copas menstruales, y no directamente en la vagina.Dado que estaban destinadas a reemplazar a los tampones, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) intervino, y mediante el Medical Device Regulation Act de 1976, clasificó la esponja menstrual marina como dispositivo médico clase III.[21] Las esponjas marinas son cultivadas y/o extraídas del mar Mediterráneo, Egeo, Adriático, Caribe u océano Atlántico por buzos, normalmente dejando la base intacta para que el organismo pueda regenerarse.[26] Durante los días de sangrado deben ser lavadas entre usos con jabones suaves y desinfectadas al final.[23] Sobre los riesgos y estudios del impacto en la salud, se ha señalado que pueden introducir aire al interior de la vagina.[30] También se menciona que las esponjas en su entorno natural pueden estar expuestas a contaminantes y químicos nocivos.Se encontró que los especímenes aún conservaban en su interior restos de arena, polvo y once distintos minerales, entre los que destacaban arsénico, hierro, sodio y sulfatos, junto con niveles variables de otros compuestos químicos como nicotina e hidrocarburos.Es habitual el uso de etiquetas como «producto verde», «respetuoso con el medio ambiente»[6] o «más sustentable» que otras opciones.[43] De acuerdo con Weir, etiquetarlos como productos ecológicos puede lograr una visión más favorable del público consumidor, pero no hay evidencia para sostener que su impacto ambiental sea bajo.
Además de la gestión menstrual, era habitual el uso de esponjas marinas y sintéticas
para la contracepción
, como el modelo en imagen, fabricado en goma y con una red para facilitar su extracción. (Reino Unido, 1901-1930).