El término se definió por primera vez en 2005 en un encuentro organizado por Unicef en Reino Unido y ganó terreno a partir de los años 2010.
El manejo de la higiene menstrual (MHM) aborda también las diferentes creencias y tabúes menstruales que difundan connotaciones negativas sobre el sangrado, que puedan a su vez internalizar estigmas, la vergüenza menstrual y promover la violación de los derechos humanos a la dignidad, integridad corporal, no discriminación, salud, igualdad, privacidad y a una vida sin sufrir conductas degradantes o violentas.
[2][6] En esta primera instancia, el MHM se pensó como una política destinada a aplicarse en escuelas e instalaciones sanitarias, y lo definieron por primera vez como:[7]El proceso donde mujeres y adolescentes usan un material de gestión menstrual limpio para absorber o recolectar sangre, que pueda ser cambiado en privacidad con la frecuencia necesaria para la duración de su periodo menstrual, usando jabón y agua para lavar el cuerpo como es necesario, y teniendo acceso a instalaciones para descartar los materiales de gestión menstrual utilizados.Algunos activistas que difunden el MHM lo consideran un estado de bienestar físico, mental y social, más allá de la ausencia de enfermedades o dolencias relacionadas con el ciclo menstrual.
[9][10][11] El enfoque dominante del MHM es la salud, por lo que a menudo se aborda desde programas destinados al agua, saneamiento e higiene (ASH).
[12][13][14][15] En casos de mutilación genital femenina, especialmente infibulación, la abertura vaginal construida puede ser demasiado pequeña para permitir el paso de los fluidos, lo que genera que se acumulen tejidos coagulados en el interior del cuerpo.
[16] Los productos de higiene menstrual son el insumo destinado a la contención o recolección del sangrado.
[5][17][18] El manejo de la higiene menstrual puede representar un reto para las niñas y mujeres en países en desarrollo, donde el acceso a agua e instalaciones adecuadas es carente o inadecuado.
De no existir instalaciones adecuadas, los productos ya utilizados pueden descartarse en lugares como ríos, basurales o sitios comunes para la defecación, lo que provoca problemas de saneamiento e incrementa los riesgos biológicos.
Por otro, ideas relacionadas con la vergüenza menstrual motivarían que se deshagan del producto de esta manera al utilizar espacio públicos, ocultando los residuos para no ser vistos.
Su desempeño se encuentra ligado a su vez al contexto cultural, religioso, las normas sociales y las actitudes personales hacia la sexualidad en la juventud.
De no contar con esto, se considera que el ambiente es «insalubre, discriminatorio por género e inadecuado».
[39] En ciertos contextos, la menarquía y la pubertad pueden exponer a las niñas al matrimonio infantil.
[40] El manejo de la higiene menstrual en personas con discapacidad y sus necesidades específicas no ha sido abordado en profundidad, en gran medida debido a los tabúes menstruales y prejuicios que rodean a ambos temas.
[44] En aquellas donde sea de índole intelectual, la dificultad radica en que puedan identificar y expresar a sus cuidadores si padecen síndrome premenstrual, dolores o molestias relacionadas con la menstruación.
[43] El manejo de la menstruación junto con la salud sexual y reproductiva en personas transgénero son temas con poca cobertura académica.
Esto, por un lado, se relaciona con el deseo de evitar el propio estigma cultural arraigado al sangrado.
Por otro, la misma persona puede ver en el ciclo menstrual un proceso fisiológico percibido naturalmente «femenino» y que no se alinea con su identidad de género.
[46] En lugares con acceso público, el manejo de la menstruación en varones transgénero se complica si no cuentan con baños con papeleras para descartar productos.
[51] De no existir instalaciones para la higiene en los asentamientos que reciben a esta población, las mujeres pueden trasladarse antes del amanecer o a altas horas de la noche hacia los sitios comunes para la defecación o las fuentes comunitarias de agua, donde podrán gestionar sus necesidades, bañarse y e higienizar sus paños menstruales con mayor privacidad.
[52] Erigir áreas seguras para que puedan cambiar sus productos contribuye a la privacidad, aspecto fundamental para la dignidad, y evita la exposición pública de estas personas o sus residuos menstruales a la hora de higienizarse.