El recién formado gobierno brasileño no fue inmediatamente reconocido por el gobierno portugués que aún consideraba el Reino de Brasil como parte integrante del Reino Unido que consideraba a sus líderes como portugueses rebeldes que habían traicionado a la Nación Portuguesa.
Además de eso, unas cuantas de las provincias del Brasil ((Cisplatina, Bahia, Piauí, Maranhão y Gran Pará) se mantenían aún leal al gobierno portugués.
Aquello motivó que en 1808 la Corte portuguesa de los Braganza (o Bragança) migrase hacia Brasil y se instalara la capital del imperio en Río de Janeiro y reconociera fácticamente la preeminencia económica y política del Brasil entre sus posesiones —ya a fines de siglo XVIII era frecuente en Portugal decir "Portugal es una dependencia del Brasil"— elevándola el entonces príncipe regente Juan a la categoría nominal de reino al hasta entonces Principado-Virreinato del Brasil.
La mudanza de la corte al Brasil favoreció la integración y unificación de este, que, hasta entonces, se hallaba dividido en diversas colonias supeditadas a Lisboa.
La revolución de Oporto estuvo directa e inmediatamente inspirada en la española liderada por Rafael de Riego; los hechos ocurridos en Oporto tuvieron pronto eco en diversas provincias del Brasil: a principios de 1821 se formaron Juntas de Gobierno Constitucionalista en el Grão Pará, Bahía y Maranhão que se adhirieron a la revolución liberal portuguesa; por tal motivo Juan VI de Portugal (es decir el mismo Juan I del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve) aceptó la Constitución y decidió retornar a Lisboa en abril de ese mismo año, al ser requerido en Portugal, y dejó como regente a su hijo Pedro.
Con este quedó en Brasil una gran parte de la nobleza, los administradores y legistas portugueses.